COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires )
Domingo Quinto de Cuaresma, Ciclo C
Evangelio según San Juan 8,1-11
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo
acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los
fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y,
poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a
esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a
fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo
con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "aquel de ustedes que no
tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió
escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro,
comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que
permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus
acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo
tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
EL PERDÓN NOS LLEVA A UNA RESPONSABILIDAD MAYOR
Este Evangelio de San Juan es muy significativo donde, una vez más y con
claridad, Cristo afirma que no Él viene porque no quiere la muerte del pecador,
sino que quiere que se convierta y viva; es el perdón que Dios nos quiere dar.
En contraposición a la Ley Mosaica -que era apedrear a la mujer adúltera- la
Misericordia de Cristo traspasa ese acto para llevarlo a la plenitud de la
Misericordia. El no condenar, que es muy importante, no significa una
indiferencia moral. Jesús no condena porque quiere que el pecador viva; pero
dice algo muy importante: “no te condeno, vete pero no peques más”.
Es decir, el perdón está como condicionado a la actitud de la conversión y del
arrepentimiento. El perdón nos lleva a una responsabilidad mayor. No nos libera
simplemente del peso sicológico o moral, sino que nos lleva a pasar de la
inmadurez a la madurez, de la irresponsabilidad a la responsabilidad, de una
vida superficial a una vida más plena, de una vida desgastada y deteriorada por
la esclavitud del pecado llevarnos de una soltura y una disponibilidad en el
servicio para los demás. Este Evangelio nos lleva a una conversión profunda y
permanente. Dios, Cristo, hace todas las cosas nuevas.
Dice San Agustín: “si dices basta, es decir que no sigues luchando, estás
perdido; el objetivo está siempre más allá de una realización parcial, se trata de
seguir caminando hacia una verdadera comunión, más plena con Cristo que es el
único verdadero y verdadero valor”.
La conversión, y la conversión permanente, es como decir “no estoy cansado de
luchar, no estoy cansado de pecar, sino que estoy preparándome para una vida
nueva y por eso tengo que seguir reconstruyendo, retomando, caminando con
una nueva decisión”
Que en este tiempo -del Año de la Misericordia- tomemos muy en serio las
palabras de Jesús: “Yo tampoco te condeno, vete pero no peques más”
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén