DOMINGO DE RAMOS
Is 50:4-7 / Sal 22:8-9, 17-20, 23-24 / Filp2:6-11
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (22,14–23,56):
En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los
escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y
oponiéndose a que se paguen tributos
al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. El le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las
cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se
mantenían a distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insitían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en
Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era
de la jurisdicción de Herodes,
que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al vera a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo
que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro.
Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó
nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él,
poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se
hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados
entre si.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al
pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo
lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo
ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y
un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían
gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que
merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba
creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le
reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a
Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que
volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y
lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos,
porque mirad que vienen días en los que dirán: "Bienaventuradas las estériles y
los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado". Entonces
empezarán a decirles a los montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas:
"Cubridnos"; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿que harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a
los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían
vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en
verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que
hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta
la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio.
Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».
COMENTARIO
Con la celebración del Domingo de Ramos, se inicia la celebración de los
misterios de nuestra redención, donde la Iglesia de modo particular nos invita a
contemplar cómo Dios en su infinita misericordia ha tenido compasión con el
género humano y no lo ha dejado abandonado a merced de su propia soberbia y
autonomía que a la humanidad entera la sumerge en la muerte, en la esclavitud,
en la desesperanza. Como lo ha manifestado enfáticamente el Papa Francisco, el
17 de marzo, en su Homilía en Santa Marta, dijo lo siguiente: “…la esperanza no
decepciona…”, pero esta esperanza debemos entender, es la que viene de Dios
encarnado, en el Misterio de Pascua de su Hijo Amado Jesucristo, porque la
esperanza que muchas veces el hombre o la mujer ponen: en el esposo, en la
esposa, en el hijo, en la hija, en los parientes, en la familia, en el trabajo, en la
profesión, etc., son esperanzas que tantas veces llevan a una frustración
profunda al ser humano; pero la esperanza que viene de Dios llena al hombre de
esperanza en la vida, da sentido a la muerte y rompe toda esclavitud llevando a
la libertad a la persona. En este Santo Domingo de Ramos, elevemos con
esperanza nuestras palmas, porque Cristo es nuestra victoria, es la plenitud de
nuestra vida y proclamemos uniéndonos a la asamblea de los santos y a toda la
Iglesia aquí en la tierra, diciendo: “...Hosanna, bendito el que viene en nombre
del Se￱or…”; y que la celebraci￳n de esta Santa Eucaristía sea un signo de
comunión y unión con todos aquellos que han proclamado la fe, hasta dar la vida
por este Nombre que está sobre todo nombre.
La primera lectura, es una profecía que se cumple en Cristo Nuestro Señor, que
es el Siervo de Yahvé, como así se le presenta en el Antiguo Testamento,
debemos preguntarnos por qué a través de la figura: del siervo de Yahvé, se
anuncia proféticamente a nuestro Señor Jesucristo, en Él se cumplen las
promesas que Dios ha realizado, y para esto el profeta, en esta lectura, describe
algunos aspectos de este siervo de Yahvé que llevará a cumplimiento las
promesas de Dios. El profeta dice: “…para que escuche como un discípulo…”, es
importante esta actitud que remarca el profeta, en el siervo de Dios. Como
sabemos en el libro del Deuteronomio, en el capítulo 6, aparece este mandato,
el pueblo antes de amar a Dios con todo el corazón, el alma, la mente, sus
fuerzas y su ser, primero debe escuchar la voz de Dios, así podremos llegar a
amarle con el corazón, la mente, las fuerzas y el ser; el escuchar a Dios,
significa acoger la Palabra y solo acogiendo la Palabra transformará nuestro ser
y nos enseñará a amarle. Nuestro Señor Jesucristo no tuvo la necesidad de ser
bautizado, pero pidió que Juan lo bautizará como signo y anuncio, para que los
hombres participaran en la vida nueva debemos recibir las aguas del Bautismo.
Lo mismo Cristo, se presenta como un discípulo, que escucha, no porque Él
necesite escuchar a Dios, porque Cristo y el Padre son Uno, y Cristo es la
Palabra del Padre, pero está anunciado de esta manera que solo se puede
aceptar la voluntad de Dios, si se escucha como un discípulo, que en otras
palabras significa acogiendo la Palabra, para que ella nos ilumine y nos conduzca
y encamine a vivir como discípulos. El profeta también en la lectura, en boca del
siervo dice lo siguiente: “…no quedaré confundido…”, esta frase es importante
porque este discípulo que escucha a Dios, la roca de su vida, el fundamento de
su vida, está puesto en la Palabra que escucha y que recibe, ya por eso en el
Evangelio de San Mateo, dice el evangelista poniendo en boca de Cristo: “…todo
aquel que escucha estas palabras y las pone en práctica es como una casa que
está construida sobre roca…”. Así tenemos que muchas veces entendemos
equivocadamente la Pasión de Cristo como si Él hubiera tenido la capacidad
humana suficiente de aguantar el sufrimiento físico; pero en realidad lo único
que nos puede sostener ante el sufrimiento es la garantía que Dios no nos va a
dejar confundidos, porque su Palabra es veraz y Él la cumple. Su Hijo Jesucristo,
es la garantía de las promesas cumplidas de Dios para nuestra vida, de esta
manera, el discípulo es uno que va caminando escuchando a Dios, y al mismo
tiempo vive en la esperanza verdadera, y así es llamado a anunciar esta
esperanza consoladora y verdadera.
San Pablo en la segunda lectura, en la carta a los Filipenses, nos presenta la
kénosis de Cristo, en otras palabras nos está poniendo de manifiesto lo que
significa su Encarnaci￳n y lo pone en las siguientes palabras: “…se despoj￳ de sí
mismo asumiendo la condici￳n de esclavo…”, esta palabra “de esclavo”, expresa
a toda la humanidad, desde Adán y Eva, pues el hombre ha quedado esclavo de
su autonomía por su soberbia que lo ha llevado a la muerte y el pecado, como lo
dice bien San Pablo, ya que esta es la condición de la humanidad, la esclavitud,
que Cristo en su Encarnación ha asumido en toda su dimensión menos en el
pecado. Esta es otra condición del discípulo, encarnarse en la historia, ya San
Pablo en otros pasajes lo dirá: “…me hago griego con los griegos, judío con los
judíos…”; entonces debemos comprender que el discípulo está llamado a ser fiel
a la misión que se le encomienda, a despojarse de sí mismo para poder vivir
plenamente la misión para la cual es enviado; y esto Cristo con su propia vida lo
pone de manifiesto. De esta manera, debemos acotar lo siguiente, hoy en
nuestra Iglesia hay muchos miembros que realizan la misión de discípulos y
sobre todo, de manera particular, los ministros de la Iglesia y aquellos que han
optado por la vida consagrada o religiosa, y no podemos ocultar que tantas
veces hay una realidad preocupante al respecto, cuando vemos a muchos
discípulos en la Iglesia Católica, pero realizando más que una misión, un oficio o
un trabajo, y esta actitud a la luz de la Palabra, nos ayuda a decir que realizan
“la misi￳n” de discípulo sin despojarse de sí mismos; y el discípulo que no se
despoja de sí mismo, ¿cómo podrá hacer para ser fiel a la misión que se le
encomienda?, en el fondo buscará su propio interés, como lo dirá Cristo en el
Evangelio de San Juan cuando dice: “…el Buen Pastor da la vida por sus ovejas,
mientras el asalariado huye cuando ve al lobo y abandona las ovejas… (que
significaría ante: la dificultad, la precariedad o alguna persecuci￳n)”.
Siguiendo en la línea de las anteriores lecturas, en este Evangelio del camino al
Gólgota que narra Lucas, es importante ahondar en el sentido de lo que
llamamos “la pasi￳n de Cristo”, como camino a la crucifixi￳n. Ordinariamente
entendemos la pasión, como también se le llama la Vía Crucis o Via dolorosa,
solamente como una situación de extremo dolor, sacrificio; o de un acto extremo
de sufrimiento por parte de Cristo, pero es importante señalar que la Palabra
pasión no solamente hace referencia al sufrimiento, sino sobre todo la intensidad
del amor con el cual Cristo nos ha amado hasta un extremo de muerte y muerte
de cruz; solamente esta Via dolorosa se puede comprender porque desvela,
como dirá San Pablo en una de sus cartas: “… el amor es más fuerte que la
muerte…”; y como el mismo San Pablo lo dirá más expresamente en la carta a
los romanos: “…¿quién nos separará del amor de Dios, la tribulaci￳n, la
angustia…”. Es importante decirlo con palabras muy sencillas y concretas: “…en
el camino al Gólgota, o la Via dolorosa, ha desvelado Dios, a través de Cristo a
la humanidad, que nada ha impedido a Dios amarnos hasta el extremo de
entregar a su propio Hijo a la muerte de cruz…”; en esta Via dolorosa, Dios en
Cristo nos ha amado en un amor pasional sin límites; San Pablo dirá a los
esposos, en sus cartas pastorales: “…maridos amaos a vuestras mujeres como
Cristo ha amado a su Iglesia…”, y c￳mo Cristo ha amado a su Iglesia, con un
amor de pasión que ha destruido las barreras de la muerte y nuevamente nos ha
abierto las puertas del Paraíso. Es así que en este contexto podemos entender
las palabras del autor sagrado puesto en boca de Jesús: “…he deseado
ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de padecer…”, de esta
manera celebrar la Santa Eucaristía es entrar en la vivencia y actualización de
este Memorial de la Alianza de Cristo, que con su sangre derramada en la cruz
ha sido para nosotros don de su amor; es así que estamos llamados a ayudarnos
a vivir la Santa Celebración Eucarística para que no solo quede en un culto
ritual; sino en un encuentro celebrativo esponsal con el Dios que nos ama.
A continuación, lo que narra la pasión de Cristo, el autor sagrado pone de
manifiesto que ante la debilidad al extremo del ser humano, el amor de Cristo,
que es expresado en su Misterio Pascual, ha desvelado el amor misericordioso de
Dios hacia el hombre; porque donde el hombre se quiebra, se desesperanza, se
frustra cuando experimenta en carne propia la traición de aquel amigo de su
profunda confianza, que tantas veces se expresa en la frase: “no lo pensaba, no
lo creía, c￳mo es posible”; la obediencia amorosa de Cristo nos ha desvelado la
fidelidad de Dios ante la infidelidad del hombre; por eso, las palabras del Papa
Francisco: “…Dios no se cansa de tener misericordia con nosotros…”; y de
manera particular, las palabras del salmista cuando dice: “…maldito el hombre
que se apoya en el hombre…”. Es así que el pasaje, como ordinariamente lo
conocemos, de la traición de Judas; la negación de Pedro; el que los demás
discípulos abandonaron al Maestro cuando es apresado en el huerto; la burla de
los soldados; la envidia hasta el extremo que será uno de los motivos y
acusación de los sacerdotes condenando a Jesús a la muerte; las caídas de
Cristo con la cruz, en la Via dolorosa; nos desvelan que solamente Dios ama en
esta realidad sin límites, porque el hombre separado de Dios pierde la visión del
propio hombre, como fue el pecado de Caín y Abel, que llega a matar al
hermano. Las palmas que hoy alzaremos, que expresen nuestra aceptación y
confesión de fe, ante el Dios que se nos ha revelado en Cristo nuestro Señor,
que ha destruido el pecado y la muerte, y al mismo tiempo expresen, en las
palmas que alzamos, que nuestra vida es regenerada, en este misterio de este
amor pascual; y es así que al alzar nuestras palmas estamos llamados a hacer
presente la verdad que necesita escuchar, y recibir todo hombre, porque en esta
verdad vivimos con esperanza peregrinando en este mundo adhiriéndonos a este
cántico: “…Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Se￱or…”.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar, reza por mí, que soy polvo.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar