Queridos hermanos y hermanas,
En medio de tanta fealdad, de tanta oscuridad como
tenemos en nuestra sociedad (atentados, refugiados,
una economía que mata,...) brilla una belleza, una luz.
Una belleza y una luz que salvan. Que conectan con lo
más profundo de nosotros y nos salvan.
Como hemos hecho estos días santos, hoy seguimos
contemplando la belleza, la belleza de un Dios que se da,
que se entrega, que hace un don de sí a favor de cada
uno de nosotros.
De entrada, parece, una belleza silenciosa. Cristo
muerto en cruz, no habla, no dice nada, queda
silencioso. Pero, si tenemos abiertos los oídos de la fe,
descubrimos que sí, que habla y mucho.
Quizás, alguien se pregunte: vale, miro al crucificado y
¿qué?, lo vuelvo a mirar y ¿qué?, paso un rato
contemplándolo y después ¿qué?
¡Es una imagen que habla! San Pablo, hace dos domingos,
nos daba unas pistas muy interesantes de cara a por
donde ha de ir esta contemplación de la belleza. Dice él
en la carta a los cristianos de Filipos: “…para conocerle
a Él y el poder de su resurrección y la participación en
sus padecimientos, conformándome a Él en su muerte
por si logro alcanzar la resurrección de los muertos” .
(3, 8-14)
En esta imagen está todo. Es un resumen perfecto de la
Buena Nueva. Una síntesis perfecta del cristianismo. Es
el icono de nuestra fe. Por esto, la cruz la hemos cogido
como nuestro distintivo. ¡Porqué allá está todo!
Si habíamos dicho, cómo no quedar seducidos por la
belleza del Dios hecho hombre, cómo no quedar
seducidos por la belleza de su mensaje, cómo no quedar
seducidos de sus gestos (lavar los pies), hoy quedamos
seducidos por la belleza de su entrega, de su muerte en
cruz. Si contemplamos tanta belleza nos convertiremos.
La belleza nos llevará a la conversión.
“Participación en sus padecimientos” , quiere decir, lo
que vive Él, lo viva yo también. Todo aquello que lo ha
llevado a la cruz, lo viva yo también.
“Conformándome a Él en su muerte” , quiere decir, que la
muerte de Cristo, su cruz, dé forma, modele, configure,
mi vida, mis comportamientos, mis actitudes, mis
opciones de vida.
Si contemplo su amor, tendré deseos de amar como Él.
Si contemplo como se ha dado a favor de los demás,
tendré deseos de darme como Él.
Si contemplo su humildad, tendré deseos de ser
humilde como Él.
Si contemplo su valentía, tendré deseos de ser valiente
como Él.
Si contemplo como Él perdona, tendré deseos de
perdonar como Él.
Y estos deseos serán la puerta por donde entrará en
nosotros la gracia de Dios. Gracia de Dios que nos
configurará en la muerte de Cristo.
Pero esto no pasa en un día. Pasa en 40 días. Esto
ocurre gracias a la cuaresma y a las prácticas
cuaresmales. Per eso al inicio de la cuaresma hablamos
de coger el tren de la cuaresma para poder entrar en
sintonía con el acontecimiento pascual, con la entrega
total de Jesús y su resurrección.
En el día de hoy y de mañana os animo a pasar todas las
horas que podáis con Cristo crucificado que él configure
vuestras vidas.