II DOMINGO DE PASCUA (C) (Juan 20, 19-31)
Todos los hijos de la Iglesia, estamos llamados a ser testigos de la Resurrección
- Las primeras lecturas de este II Domingo de Pascua son un eco de los frutos que se
producen, en la primitiva comunidad cristiana, por la Resurrección del Señor.
En la 1ª lectura, se palpa el entusiasmo y la vitalidad de aquella nueva comunidad
que crece y siente la necesidad de reunirse y, hasta empiezan a ser protagonistas de
milagros, realizados en nombre de Jesús. ¡Estos cristianos eran un viviente testimonio
de la Resurrección del Señor! Algunos, habían visto, con sus propios ojos, a Cristo
resucitado. Otros, creen en la Resurrección por el vivo testimonio de los que lo vieron.
- En el Evangelio de hoy conviene diferenciar, lo verdaderamente importante, de lo
que puede ser meramente anecdótico. No es lo más importante el episodio de Tomás.
Lo verdaderamente trascendente de aquel encuentro de Jesús después de resucitado es:
“Que aquel encuentro es clave: a) para poner en marcha su Iglesia, (tantas veces por
El anunciada), b) para instruir y comunicar a los Apóstoles los necesarios poderes
para ejercer su misión y además c)serían revestidos del Espíritu Santo” .
- Después del saludo inicial, Jesús encomienda a los Apóstoles, la misión de instaurar
su Iglesia, con estas palabras: “Como el Padre me ha enviado....”
- Y, como lo que se les encomienda no es una simple empresa humana que puedan
ellos realizar por sus solas fuerzas, se les otorga los poderes de predicar y perdonar los
pecados. Y, además, se les infunde el Espíritu Santo. “ Recibid el Espíritu Santo...”
- Y hasta, el episodio de Tomás, podríamos decir que forma parte del “bagaje” con el
que Cristo adiestra a los que van a tomar las riendas de su Iglesia porque, la reprensión
de Jesús a Tomás, “ Porque has visto has creído...” y su advertencia: ¡Dichosos los que
crean sin haber visto!”, deberán servirles para que todos tengan siempre presente: la
importancia de la Fe y de la confianza en Dios , en la misión que se les encomienda.
¿Cristo sí, Iglesia no?
- La ilusión y premura con las que vemos a Cristo, poner en marcha su Iglesia,
después de su Resurrección, me trae a la memoria, por contraste, la desafortunada
frase escuchada con alguna frecuencia: “¡Yo creo en Cristo, pero no en la Iglesia!”
- Pero..., ¿Cómo es posible concebir un Cristo sin su Iglesia? Quienes así razonan, no
han entendido que la Iglesia es, “su obra maestra” , el indispensable medio instituido
por El para que, los hombres de todos los tiempos, puedan recibir los frutos de su
Redención. ¡Amemos mucho y defendamos siempre esa “obra maestra” de Cristo que
es nuestra Santa Madre la Iglesia! Guillermo Soto