Hacer discípulos
Cuando el desconcierto aumenta, aparecen los maestros. Se multiplican a granel las
escuelas de sanación, de contemplación, de mística. La solución se insinúa inmediata, o ya
no vale. Se acabaron los principios, las raíces. El referente al pasado ya no cuenta. Vale
aquello que está marcado por el esnobismo. Incluso, aparecen las clínicas del milagro.
Voceros y pregoneros del facilismo los encuentras a vuelta de la esquina…
El mandato de Jesús es hacer discípulos/as. Su escuela es abierta. Claro que si te matriculas
participas de beneficios y también de compromisos. Hay exigencias, hay tareas, hay
responsabilidades. No es simplemente llamarte cristiano o cristiano. Sería un simple barniz.
El discipulado lleva consigo un distintivo evidente, legible, contagioso, atrayente: El amor.
“En esto conocerán que son mis discípulos dice el Seor”.
Pablo y Bernabé evalúan con la comunidad su trabajo. Le comunican que han hecho
“bastantes discípulos”. Pero un discipulado fraguado en el sufrimiento, en la persecucin,
moldeados al tamaño de la Cruz de Cristo. Son minorías testimoniales que van quedando
esparcidas a lo largo y ancho de la geografía visitada por Ellos. Es un discipulado abierto
a las diferentes culturas, razas, ritos, lenguajes. Y entran por la puerta ancha.
El Apocalipsis marca otra exigencia del discipulado: La novedad. Cuando entramos a la
escuela del discipulado nos revestimos “del hombre nuevo creado en justicia y santidad”.
Hombres y mujeres bautizados en la novedad del Espíritu. La novedad como actitud, como
opción radical, compromiso que nos define ante el mundo como constructores de nueva
humanidad. Innovamos, construimos, transformamos y vamos tras las huellas del Maestro
con el equipaje de la simplicidad, de la humildad, de la solidaridad universal.
Cochabamba 24.04.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com