III DOMINGO DE PASCUA (C) (Jn. 21,1-19)
¡Señor! A pesar de mis reiteradas “negaciones”, ¡Tú sabes que te quiero!
- Esta segunda aparición de Jesús a sus íntimos, sucede en el familiar Mar de
Galilea, que había sido escenario de tantos encuentros del Señor con los suyos.
- De aquel Mar, con sus vicisitudes, sus peces, sus barcas y sus redes, se sirvió
Jesús, en muchas ocasiones, para explicarles a los Apóstoles aquella otra tarea
para la que El los había elegido: ser, “ pescadores de hombres” en la Iglesia y
llevar la semilla del Evangelio al mundo entero.
- ¡Sería muy conmovedor aquel reencuentro de Jesús con Simón Pedro, después
de la “noche de autos”, en la que el Apóstol lo había negado por tres veces!
- La generosa actitud del Señor con Pedro, nos recuerda aquellas palabras de
Dios en labios de Isaías: “ Dice Yahvé: Mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos” . (Isaías, 55,8) Porque, con
nuestros humanos criterios, lo lógico habría sido que el Señor, después de
aquella “pifia” de Pedro, negándolo por tres veces, hubiera cambiado su
discurso y le dijera: “ Mira, Pedro, yo te prometí que serías la piedra
fundamental de mi Iglesia pero, ¡visto lo visto!, comprenderás que tú ya, ¡de
“roca”…., nada! Tendré que elegir a alguien que me ofrezca más garantías”.
- ¡Seguro que ese habría sido nuestro discurso! Pero…, “ los pensamientos de
Dios no son los nuestros” y a Jesús, “rico en misericordia”, que comprende
mejor que nadie nuestras flaquezas, le bastó con que, de aquella siniestra
experiencia, Pedro hubiera aprendido estas lecciones:
1ª) Que tenía que ser humilde y no fiarse de si mismo porque, “ nuestra
suficiencia viene de Dios” y reconociera su presunción, al creerse más valiente
que los demás.
2ª) Y, lo segundo que importaba al Señor era, que el amor de Pedro
saliera purificado de aquel trance. Jesús lo examina de amor y Pedro superó el
examen con una alta nota: “¡Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero”.
- Y, una vez aprendida aquella lección de humildad y purificado su amor, Jesús
lo confirmaría en el cargo: “ apacienta mis ovejas”, y lo constituiría su “ Vice-
Cristo en la tierra” , como le gustaba llamar al Papa a Santa Catalina de Siena.
Y para nosotros, ¡también hay lecciones en el Evangelio de hoy!:
- 1ª) Hemos de aprender de Pedro: la nobleza en saber reconocer humildemente
nuestros errores y que, con el arrepentimiento sincero, siempre tienen solución
nuestros descaminos, por grandes que estos sean.
- 2ª) Y, de aquella actitud magnánima de Jesús con su Apóstol, hemos de
aprender nosotros: a ser generosos y a saber perdonar y olvidar los posibles
agravios de nuestros prójimos. Guillermo Soto