DOMINGO IV DE PASCUA (C) (Juan 10, 27-30)
“Yo soy el Buen Pastor…, y os doy la vida eterna” (Jn.10,27)
- No todas las personas que saben mucho son siempre buenos pedagogos.
Para merecer el título de “gran maestro”, además de sabiduría, se ha de tener
el don de, saber poner al alcance, también de la gente sencilla, esa sabiduría.
- Jesús es, precisamente, ese Gran maestro que supo poner al alcance de
aquellos rudos vecinos que le escuchaban, la sublimidad de su doctrina y los
Misterios del Reino de los Cielos.
- El pasado Domingo veíamos como, sirviéndose del mar, de los peces, de
las redes…., diseñaba la imagen de sus futuros colaboradores a los que El
iba a constituir en “pescadores de hombres”. Y cómo, sirviéndose de
aquella pesca milagrosa, les dejaría claro que, en esa labor de pescadores de
hombres, en la que los iba a implicar, deberían contar siempre con la
indispensable ayuda de su infinito poder.
- Hoy se sirve, de la figura del pastor y de los naturales desvelos que el
buen pastor tiene por su rebaño, - algo con lo que sus oyentes estaban tan
familiarizados - para darles a conocer el amor que El siente por nosotros.
- Pero, lo más revelador de esta imagen pastoril es que:
- Jesús no es sólo el Buen Pastor que ha dado la vida por sus ovejas.
- Sino que, además, ¡es un singular Pastor que da la Vida Eterna a
sus ovejas! “…y Yo os doy la Vida Eterna” . (Juan, 10,27)
- Y esto, no es una metáfora o una manera de hablar. ¡Esto es una
maravillosa realidad que Jesús nos ha conquistado por su muerte y
resurrección!
- De esta Vida sobrenatural, nos habló Cristo en muchas ocasiones en su
predicación. Haremos referencia a algunos de estos testimonios:
“Yo he venido para que tengáis vida y vida abundante”
“Si no coméis mi Carne y no bebéis…, no tendréis vida en vosotros”.
Y, refiriéndose a esa nueva Vida, en conversación con Nicodemo, le
revelaría que, esta nueva Vida es indispensable para la salvación:
“Si no renaces de nuevo, no entrarás en el Reino de los Cielos” .
Los maravillosos efectos de esta Vida Divina en el alma.
- Entre otros efectos, esta Vida Divina nos hace: hijos de Dios ; partícipes de
su naturaleza divina ; templos del Espíritu Santo y, nuestros actos, (que por
sí sólo tienen un valor humano), se hacen merecedores de la Vida eterna.
- ¡Cuántos cristianos desconocen esta realidad, por la que cual Rey Midas –
podemos convertir en divinos todos nuestros actos humanos! Guillermo Soto