COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires )
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Evangelio según San Lucas 9,11b-17
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que
tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le
dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los
alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar
desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos
dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que
vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran
alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
"Háganlos sentar en grupos de cincuenta". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús
tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo,
pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus
discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse
y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
CORPUS CHRISTI: ALIMENTO POR EXCELENCIA
Es la multiplicación de los panes y los peces: la sobreabundancia, el milagro,
algo que no tiene correlato a las cosas naturales porque es una intervención
directa de Dios; así sucede muchas veces en la vida de los hombres y también
cuando la Iglesia reconoce y declara a estos hombres con una santidad especial.
Porque hay un milagro se reconoce que este es santo, un modelo para la Iglesia
y para muchos de nosotros.
Pero lo importante es saber qué hace posible esta manifestación, esta realidad,
esta transformación, este cambio. Es la presencia del Espíritu, que ha sido
enviado por el Padre y el Hijo y está presente permanentemente en la Iglesia.
Por el Espíritu vivimos, somos engendrados, redimidos, santificados. Por el
Espíritu el sacerdote tiene el poder de la Iglesia, y en nombre de Dios, de
transformar este PAN en su Cuerpo y este VINO en su Sangre. Así cada
sacramento, por obra de Dios, provoca la gracia y produce un cambio de vida
cualitativo, espiritual y real. Es así con el bautismo, con la confirmación, con el
perdón de los pecados y con el sacramento de la Eucaristía.
¿Para qué quiso quedarse con nosotros el Señor? Para recordar que el único
sacrificio es el suyo, el Cordero Inmaculado, que no teniendo pecado se hizo
pecado para salvarnos y redimirnos a todos nosotros. Es el único sacrificio
redentor.
Por eso la Eucaristía, la misa, es la actualización de ese único sacrificio redentor.
Él es el que nos redime, que se hace presente, entra la vida y se va alejando la
sombra de la muerte. De allí que hay que recibirlo en gracia, en paz. Dios
cuando entra en nosotros, nosotros no lo transformamos a Él como alimento;
ese alimento nos transforma, nos diviniza, nos deifica, nos hace más cristianos,
más humanos. Quien recibe el Cuerpo de Cristo no puede quedar igual. Y si
queda igual es porque no lo recibió bien.
Queridos hermanos, que esta Solemnidad del Corpus Christi sea una fiesta de
gratitud al Señor que nos amó tanto y de un modo incondicional. Y que también
nosotros, los creyentes, los cristianos, los católicos, estemos convencidos que
este es el alimento por excelencia; Cristo debe primar y estar presente en
nuestra vida; que no lo cambiemos nunca por nada ni por nadie. Que seamos
agradecidos, que seamos testigos y que lo anunciemos a los demás. “Si tu
recibes a Dios, muéstralo por medio de las obras”.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén