XI Domingo del Tiempo Ordinario
¿EN DEUDA CON EL SEÑOR?
Padre Javier Leoz
Todos los domingos, nos traen algo nuevo. Y, también, todos los domingos,
nosotros debiéramos de llevar, en respuesta y como compensación, algo al
Señor. Hoy, el evangelio, tiene aroma de perfume. ¡Cuánto valora Jesús cuando,
lo que hacemos, lo hacemos con y desde la fe!
1.- Todos somos deudores. No sé con quién, de quién… ni de cuánto. Del Señor
sí que lo somos. Nuestra deuda no la hemos saldado del todo con El: ¡Ha hecho
tanto por nosotros! El evangelio de hoy, nos habla del perdón de los pecados y,
hay que reconocerlo, hablar hoy del pecado es poco menos que “provocador”.
¿Pecar? ¿Qué dices? ¡Eso está pasado de moda! ¿Pedir perdón? ¿Por? ¡Yo no he
pecado!….nos contestan en cualquier círculo donde se debate el vértice religioso.
¿Es el hombre consciente de que peca? ¿De que rompe con ciertas normas,
morales y éticas, que han sido el código de seguridad de nuestra fe y de nuestra
sociedad? Posiblemente no.
2.- Hoy, como ayer, todos seguimos estando en deuda con Jesús. Algunos
pensarán que no. Su autosuficiencia, o su religión a la carta, les hacen llegar a
pensar que, en todo caso, como Dios es tan bueno ya comprenderá los deslices
o contradicciones del ser humano.
Al reflexionar el evangelio de este XI domingo del Tiempo Ordinario, podríamos
preguntarnos cada uno de nosotros:
-¿En qué estamos en deuda con el Señor?
-¿Por qué estamos con cuentas pendientes con el Señor?
-¿Por qué no hacemos algo más para que se denote nuestro cariño a Jesús?
El movimiento se demuestra andando. Hoy, con esta sugerente lectura, el Señor
nos pone en alerta: sólo cuando uno se siente perdonado, acogido, abrazado y
querido es capaz de amar con todas las consecuencias.
Por el contrario, el rechazo, el alma solitaria, los recelos o las envidias, las
murmuraciones o las críticas destructivas, los cortijos –en los que a veces caen
instituciones, servicios y departamentos- producen deserción, frialdad y
desconfianza. El Papa Francisco lo recordaba recientemente: muchos entienden
su vida religiosa como un trepar y no como un servicio.
Al retomar el Tiempo Ordinario, es bueno entrar en la casa del Señor y derramar
sobre El, el perfume de nuestra oración, el beso de nuestra adoración y las
lágrimas de nuestro agradecimiento al Señor por permitirnos acercarnos a su
mesa a pesar de arrastrar tantos kilos de contradicciones.
3.- ¿ME DEJAS, SEÑOR?
¿Acercarme a Ti, a pesar las murmuraciones y críticas sobre mi vida?
¿Derramar el perfume de mis obras, a pesar de hacerlo con cuentagotas?
¿Agradecer, con mi llanto, tu presencia que me rescata y me renueva?
¿ME DEJAS, SEÑOR?
¿Olvidarme de lo mucho que me separa de Ti?
¿Acercarme, con un corazón humilde, para que Tú lo restaures?
¿Lanzarme con pasión a la búsqueda de tu rostro?
¿ME DEJAS, SEÑOR?
Hoy, como aquella mujer,
también quiero pasar de la oscuridad a la luz
de la debilidad a la fortaleza
del pecado a la Gracia
de la muerte a la vida
del distanciamiento a la comunión contigo, Señor.
¿ME DEJAS, SEÑOR?
Hoy, como aquella mujer, a la que no le tembló el pulso
quiero hacerme hueco en medio de tanto obstáculo
que me impide llegar a Ti
Sí; Señor
No sé si estoy totalmente arrepentido
lo que sí sé, es que sin Ti,
el perfume de la vida me sabe a poco
las lágrimas de cada día se secan pronto
y los cabellos del prójimo
son utilizados para arrastrarlos, cabello y prójimo, por el miserable suelo.
¿ME DEJAS, SEÑOR?
Sólo te traigo, lo que en el corazón tengo: AMOR
¿ME DEJAS DÁRTELO, SEÑOR?
Y así, sólo así y entonces,
podré de verdad…irme en paz.
Amén