XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C
Gn 18, 1-10a; Sal 14 ; Col 1, 24-28; Lc 10, 38-42
Yendo todos de camino, entró en un pueblo, donde una mujer, llamada Marta,
lo recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, que, sentada a
los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en
muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi
hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió
el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay
necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte,
que no le será quitada.»
Nuestro actual Papa Francisco, al inicio de su pontificado sorprendió con un
pronunciamiento que hizo a toda la Iglesia: “…el quehacer de la Iglesia no se debe
comparar ni confundir con el de una ONG…”, es indudable que nadie en la Iglesia
católica, ni un obispo, ni un sacerdote, ni una religiosa y ningún laico comprometido
en el quehacer de la Iglesia pensaría que la Iglesia es una ONG; pero nuestro Papa
Francisco, lo ha dicho en un sentido más profundo, que muchos miembros de la
Iglesia Católica, en el interno de la Iglesia católica, y aquí no distinguimos, con todo
respeto, a ministros ordenados, religiosos o laicos comprometidos, que en su actuar,
en la ejecuci￳n de “obras de caridad”, no se distinguen con personal que trabajan en
las ONG’s; de esta manera hemos caído en un quehacer simplemente y el Ser
cristiano no se ve en el hacer, al servicio del prójimo; no por casualidad nuestro Papa
Francisco, para que el Ser de la vida cristiana, se evidencie en el hacer, nos ha pedido
ejercitar, en este tiempo jubilar, las obras de misericordia (siete corporales y siete
espirituales). La Santa Eucaristía, fuente y culmen de la vida de la Iglesia nos exhorta
a todos los cristianos católicos, con las palabras de Cristo, cada vez que celebramos el
Memorial de su Pascua: “…todo el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida
eterna…”; y también las palabras de Pedro deben resonar en nuestro coraz￳n cuando
él dice: “…Se￱or ad￳nde iremos si solo tú tienes palabras de vida eterna…”.
En la lectura del Génesis, dice el autor sagrado: “…Se￱or si he alcanzado tu favor no
pases de largo sin detenerte…”, y así Abraham ofrece acogida, como es la costumbre
de los nómadas, acoger a los peregrinos. Es importante detenerse en esta primera
lectura, porque ya el personaje Abraham, es toda una revelación para la vida
cristiana, pues dicen los exégetas de Abraham, ante el encuentro es figura de todo
hombre, que no conoce a Dios en este mundo; Abraham antes de escuchar la voz de
Dios, dice la escritura, era un hombre politeísta y vivía en una zona de personas como
él; pero Abraham era un hombre viejo y para su tiempo, un fracasado, porque no
tenía descendientes, lo que era visto en ese tiempo como una maldición, y no tenía
tierra, como posesión donde al morir podía ser enterrado. Dicen los padres de la
Iglesia que la tierra que Abraham no poseía es la figura del cielo, porque dice la
escritura, cuando Dios reparte a los hijos de Jacob, la herencia le dice a una de las
tribus: “…y el Se￱or tu Dios será tu heredad…”; el hijo que Abraham no tenía es figura
de Jesucristo, pues dice el libro de la Sabiduría: “…Dios no cre￳ la muerte…”, y Cristo
dirá en el Evangelio de San Juan: “…y la voluntad del Padre es que todo el que crea
en el Hijo tenga vida eterna…”, por eso Abraham es llamado el Padre de la fe, porque
ha obedecido a Dios. En estos tres hombres a quienes Abraham sale a su encuentro
cuando los ve, Abraham descubre la presencia de Dios para él y por ello acoge a estos
peregrinos; sería importante preguntarnos a nosotros mismos, si en nuestra vida
realmente hemos acogido a Dios, ya dice en el Evangelio San Juan: “…yo y el Padre
haremos morada en él…” y no solo habría que preguntarnos si nosotros en nuestra
vida realmente hemos acogido a Dios, sino también que pensemos, si nuestras
parroquias son lugares de acogida, donde las personas deseen venir porque se sienten
bien; y por último si tu hogar, tu casa, es un lugar de acogida; por eso cuando el
Ritual del Bendicional, en su ordenamiento se hace la bendición de la casa de alguna
familia, el sentido teológico, es que este sea un lugar de acogida y de caridad con el
pobre y peregrino, y no como algunas personas lo hacen con un sentido supersticioso,
porque alguien no puede dormir, tiene pesadilla, o algún familiar que murió dice que
lo ven que camina por la noche.
Abraham dice el texto bíblico, ofrece a sus huéspedes pan, si hacemos una lectura
cristiana al respecto, es el signo de la Eucaristía, y en este contexto de que Abraham
le ofrece el pan a los huéspedes y una cena, le preguntan: “…d￳nde está Sara tu
mujer…”, y en este momento le hacen una profecía que Sara tendrá un hijo; esto es
importante porque la vida del cristiano es una vida que se abre a la esperanza, y esta
vida que se abre a la esperanza se concretiza en la fe, porque la fe expresa las
promesas cumplidas de Dios en nuestra vida; por eso ahora se podrá comprender
mejor que Abraham es el padre de la fe, porque Abraham ha salido de Ur, de su
tierra, fiado en la obediencia a la palabra de Dios, y que luego esta palabra que
contenía promesas de parte de Dios, Abraham las verá con sus ojos en su vida; por
eso habría que preguntarnos cada uno de nosotros cuál es la profecía que has recibido
de parte de Dios. Es así que cuando el hombre no acoge a Dios en su vida caemos en
la actitud como el legista del Evangelio, cuando le pregunta a Jesús: “…quién es mi
pr￳jimo…”, pues la ley en el sentido que no es un pedagogo, la ley expresa la dureza
del corazón del hombre, la justificación del hombre ante sus actitudes y, como el
hombre, solamente busca su propia justicia, así lo dirá Santiago en su carta cuando
dice: “…quien juzga a su hermano se ha convertido en juez…”. De esta manera el
hombre contemporáneo vive justificando su vida, porque lo real es que defiende sus
intereses; por eso dice San Gregorio Magno: “…por el contrario, la voluntad se
mantiene firme en el bien obrar, y, sin embargo, sufre el ataque de las burlas de los
hombres; hace cosas admirables, y recibe a cambio desprecios; de este modo,
pudiendo salir fuera de sí misma por las alabanzas, al ser rechazada por la afrenta,
vuelve a su interior, y allí se afinca más sólidamente en Dios, al no encontrar
descanso fuera. Entonces pone toda su esperanza en el Creador y, frente al ataque de
las burlas, implora solamente la ayuda del testigo interior; así, el alma afligida,
rechazada por el favor de los hombres, se acerca más a Dios; se refugia totalmente
en la oración, y las dificultades que halla en lo exterior hacen que se dedique con más
pureza a penetrar las cosas del espíritu…” (De los libros de las Morales de San
Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job).
En el Evangelio del presente domingo, siguiendo la misma línea de la lectura de
Abraham, vemos a Marta y a María; muchas veces se ha dado una interpretación con
respecto a ellas dos, como si una fuera la parte activa de la Iglesia y la otra imagen
de la contemplativa; esta opinión, es una opinión que hay que respetar, porque se lee
las escrituras, pero muchas veces no se conoce: las enseñanzas, la tradición y el
Magisterio de la Iglesia; y estas lecturas pueden hacerse de manera personal. Pero,
para profundizar comenzaremos a preguntarnos lo siguiente: ¿nuestra vida la vivimos
como Marta o cómo María? ¿En nuestro trabajo vivimos según el espíritu de Marta o
de María? ¿La vida matrimonial la vivimos como Marta o como María? ¿La vida
familiar, la relación con los familiares, la vivimos como Marta o como María? Pues dice
la Escritura que Marta estaba dedicada a todos los afanes, mientras María había
encontrado la parte que no le sería quitada. Los ministros de la Iglesia ¿vivimos
nuestro ministerio en el quehacer de Marta o de María?; pues tenemos que ver,
queridos hermanos, dice la Escritura, cuando David va a ser elegido rey, Dios le dice
al profeta: “…Dios no ve la apariencia del hombre sino su coraz￳n…”; el profeta Oseas
dice: “…este pueblo me honra con los labios pero su coraz￳n está lejos de mí…”, por
eso Jesucristo dice a los fariseos: “…el que esté sin pecado que tire la primera
piedra…”; el mismo Jesús dice en el Evangelio: “…lo que contamina al hombre no es lo
de fuera sino lo que hay en su coraz￳n…”; Jesús en el gran discurso de la monta￱a
dice donde está tu tesoro ahí estará tu corazón.
En esta propuesta de homilía que Dios nos ayude a interiorizar en la palabra porque
estamos en un mundo que despersonaliza y deshumaniza al hombre en el quehacer, y
ya bien decía San Juan Pablo II en su Encíclica Redemptoris Missio: “…el misionero de
Cristo en la Iglesia es un contemplativo…”. Nos dice nuestro querido Papa San Juan
Pablo II: “…“S￳lo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la
quitarán” (ib., 10,42). (…), es innecesario y puede ser incluso peligroso, perderse en
diversas tentativas y buscar por demasiados caminos la inspiración que unifique la
propia vida interior. “S￳lo una cosa es necesaria”, y es la actitud de María, hecha a
base de escuchar la Palabra de Jesús, teniendo sus ojos y su corazón, vueltos hacia
Él, no sólo atentos, sino disponibles para cuanto Él dice. Como ora el Salmista:
“Se￱or, mis ojos están vueltos a Ti; en Ti me refugio, no me dejes indefenso” (Sal
141,8)…” (Juan Pablo II, Homilía, 17 de julio de 1983). Nos dice también nuestro Papa
emérito Benedicto XVI: “…La palabra de Cristo es clarísima: ningún desprecio por la
vida activa, ni mucho menos por la generosa hospitalidad; sino una llamada clara al
hecho de que lo único verdaderamente necesario es otra cosa: escuchar la Palabra
del Señor; y el Señor en aquel momento está allí, ¡presente en la Persona de Jesús!
Todo lo demás pasará y se nos quitará, pero la Palabra de Dios es eterna y da sentido
a nuestra actividad cotidiana…” (Benedicto XVI, Ángelus, 18 de julio de 2010).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar, reza por mí que soy polvo.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar