COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires
décimo séptimo durante el año, Ciclo C
Evangelio según San Lucas 11,1-13
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus
discípulos". Él les dijo entonces: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu
Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos
ofenden; y no nos dejes caer en la tentación". Jesús agregó: "Supongamos que
alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle:
'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo
nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la
puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme
para dártelos'. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su
amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les
abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abre. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide
pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un
huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a
sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo
pidan!".
LA NECESIDAD DE LA ORACIÓN
La oración es como el oxígeno para nuestra vida, para nuestra alma. La oración es
un diálogo y -en primer lugar- es una respuesta y luego una pregunta. La repuesta
es porque uno habla ya que sabe que será escuchado; uno pide, suplica, intercede,
alaba, adora, uno se abre a Dios porque sabe que está y nos tiene en cuenta. Esa
es nuestra primera respuesta: de confianza y de apertura.
En la oración uno se va dando cuenta y luego va como preguntando; qué pedimos,
que venga su Reino, que nos dé el pan cotidiano, que perdone nuestros pecados así
como también nosotros perdonamos a los demás y que no nos deje caer en la
tentación. Pedimos para ser buenos hijos y para tratarnos, entre nosotros, como
hermanos.
Siempre la oración es el lugar del encuentro, donde Dios nos transforma y va
transformando, incluso, nuestros pensamientos, nuestro corazón, nuestros
sentimientos; porque la oración se va convirtiendo en esta realidad: que no se haga
mi voluntad sino la tuya.
La voluntad del Padre es lo mejor que nos puede pedir, es lo mejor que nos puede
exigir y es lo mejor que nos puede dar. Por eso la oración es transformante y
transformadora. El silencio, la escucha, la lectura de la Palabra, la contemplación,
son la fuerza de un cristiano.
Luego, la oración tiene que estar unida a nuestra vida y no debe haber una
disociación. Es cierto que somos frágiles, débiles y pecadores y también esa
debilidad, esa fragilidad, hay que presentársela a Dios; pero no podemos separar
oración y vida, vida y oración.
Finalmente, saber que lo que es imposible para nosotros es posible con la fuerza y
la presencia de Dios. Él quiere que lo reconozcamos y que reconozcamos sus
derechos; también quiere que le amemos, que pongamos nuestra voluntad, que
sepamos que el demonio también lo reconoce pero no ama los derechos de Dios.
Por eso es muy importante que amemos los Derechos de Dios y de nuestros
hermanos. Que Dios nos bendiga y nos dé el don de la oración.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén