Domingo 21 ordinario Ciclo C
LA CRUZ EN LOS PECHOS Y EL DIABLO EN LOS HECHOS.
Aún está fresca en nuestra memoria la inauguración de los juegos olímpicos de
Rio 2016. Qué ingenio desplegaron los brasileños para presentarle al mundo esa
maraña de imágenes, de luces y de sonidos para hacernos pasar un buen
momento. Todo espectacular, pero nada como la entrada de los deportistas al
estadio. Cuántos colores, cuantas razas, cuantas culturas, cuantas religiones
todos fundidos en una sola alegría que contagiaba a todo mundo. y todo era
sonrisas, y fotos y abrazos. Todos gozamos un poco. Pero al día siguiente vino lo
bueno. Los deportistas comenzaron a desplegar su ingenio, su arte, su disciplina,
sus ganas de triunfar y su prestancia para estar en los primeros lugares.
Ciertamente amparados por una nación, pero de entonces en adelante ya no
importaba ni la raza, ni el color, sino sencillamente el ingenio, la disciplina, el
coraje y la perseverancia para estar en los primeros lugares. Esto me recuerda a
alguien que alguna vez en su camino, le preguntó a Cristo cuántos son los que
se salvan. Algo que ha inquietado más de alguna vez a los hombres. Pero Cristo
dejó la pregunta sin contestar, pues no quería prestarse a una simple curiosidad
intelectual, pero dejó muy claro entonces lo que se necesita para salvarse, y
podríamos hablar de dos cosas, la primera negativa y la segunda positiva. La
primera, no podemos estar seguros de que nuestra pertenencia a una fe, a una
religión e incluso a una iglesia nos salvará, recordemos a los judíos, tan cerca de
Cristo y sin embargo no le creyeron. La fe no se transmite, se otorga, se da, por
eso los padres no la pueden dar, pueden propiciar un encuentro, pero tenemos
que recordar que la fe es una llamada y una respuesta. Esto sería lo positivo de
nuestra fe, una invitación de Cristo a seguirlo y un compromiso de parte del
hombre para aceptar la salvación. Pero se necesita toda una vida, no un ratito
cada semana, recordando a Cristo: “esfuércense en entrar por la puerta
estrecha, pues yo le aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán”. Lo
hemos visto en Rio, donde por ejemplo los competidores en clavados entraban
a la competencia con una concentración, una entrega y una dedicación que ya
quisiéramos para la misma celebración eucarística, y tristemente algunos
compatriotas nuestros reclamaron que no habían conseguido mejor puntuación
porque habían encendido las luces y los habían distraído los flashazos de los
asistentes al momento de lanzarse.
Todavía Cristo insiste en la necesidad de una decisión personal, seguida de una
vida coherente: “Entonces le dirán: <Hemos comido y bebido contigo y tú has
enseñado en nuestras plazas> pero él les replicará: Yo les aseguro que no sé
quiénes son ustedes, apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal”. Está
claro entonces que no será el sentarse aburridos, cansados, fastidiados en la
banca de una iglesia un domingo, para pegar la carrera en cuanto el cura de la
bendición, lo que hará de nosotros gente salvada, sino que a partir del
encuentro personal, profundo, fructífero del cristiano con su Salvador en la
Eucaristía, luego va y en la semana se encarga de las necesidades de sus
semejantes, cumple con sus obligaciones como trabajador, da el tiempo que le
corresponde a su mujer y a sus hijos, y emplea buen tiempo en algún grupo
parroquial o emplea un poco de su tiempo para el voluntariado en la cruz roja u
otra institución.
Finalmente, Cristo, respondiendo a la pregunta de aquél hombre que lo
interrogaba por el número de los salvados, contempla el momento en que no
solo los judíos, sino toda la humanidad, estará invitada a participar en el
banquete del Reino: “Vendrán muchos del oriente y del ponente, del norte y del
sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues lo que ahora son los
últimos, serán los primeros y lo que ahora son los primeros, serán los últimos”.
¿Aún tienes curiosidad por el número de los que se salvan y no le preguntas a
Cristo como conseguirla?
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx