COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires )
Vigesimoprimero durante el año, Ciclo C
Evangelio según San Lucas 13,22-30
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?".
El respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que
muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se
levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la
puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son
ustedes'. Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú
enseñaste en nuestras plazas'. Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes;
¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'. Allí habrá llantos y rechinar de
dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el
Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y
de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de
Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son
los primeros y serán los últimos".
“NO TENEMOS EL MONOPOLIO DEL EVANGELIO”
Se trata de la pertenencia al Reino, de la pertenencia a la Iglesia. Ciertamente el
misterio de Cristo, el misterio de Dios, el misterio de la Iglesia, el misterio del
hombre, están como conectados, hilvanados, por un mismo hilo conductor: el
Espíritu Santo. Él teje la trama de la historia de la humanidad y nos va haciendo
-a todos- Iglesia, siendo distintos; de distintos continentes, distintas realidades,
distintos rostros, distintos colores, distintas culturas, pero siempre estamos
unidos en algo superior y más profundo: la fe. La fe que se impregna en las
culturas, porque no se reduce a una sola cultura.
Es importante saber que la Iglesia es el Pueblo de Dios, es decir somos todos
nosotros; Iglesia no son solamente los obispos, los sacerdotes, las religiosas, los
religiosos o los laicos, no. Somos una familia que estamos unidos, reunidos y
convocados por la gracia de Dios por medio del Espíritu Santo.
Esta pertenencia no es solamente una pertenencia material, tiene que ser
cualitativa. Observemos este relato del Evangelio: “-pero Señor yo te conozco”,
“-no, no los conozco”, “-pero yo estuve al lado tuyo”, “-sí, pero no los conozco,
apártense de mi todos los que hacen el mal”; o cuando en la actualidad
escuchamos: “-mire que yo fui monaguillo”, “-sí, ¿pero qué hiciste después?,
fuiste monaguillo y después ¿qué pasó?, ¿dónde olvidaste los valores?, ¿en qué
esquina los olvidaste?, ¿en qué plaza los dejaste de lado?, ¿dónde te olvidaste
del Señor?”
Como vemos, la cercanía no es por haber hecho algo, sino que es una adhesión
vital, de fidelidad, de relación, de pertenencia, de convicción y de un
seguimiento, en este presente, en la presencia de Dios. ¡Cuidado! No tenemos el
monopolio del Evangelio. ¡Cuidado! No nos creamos salvados. Siempre hay que
seguir escuchando bien para poder responder bien. Y que nunca nos
encontremos con la sorpresa: “no sé de donde son ustedes”; y recordemos que
“hay últimos que son primeros y primeros que son últimos”
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén