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VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año Par. Ciclo C)
Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos:
a.- Eclo. 3,17-18. 20. 28-29: Hazte pequeño, y alcanzarás el favor de
Dios.
b.- Heb. 12,18-19.22-24: Os habéis acercado al monte Sión, ciudad
del Dios vivo.
c.- Lc. 14, 1.7-14: Elección de los asientos y de los invitados al
banquete.
Esquema
1.- Invocación al Espíritu Santo para que sea ÉL quien ore en
nosotros: Ven Espíritu Santo…
2.- Acto Penitencial: Pedimos perdón al Señor, antes de escuchar
su Palabra, de todo lo que nos ha impedido orar durante esta
semana. Perd￳n Se￱or….
3.- Oración colecta: Dios todopoderoso, de quien procede todo bien,
siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que
haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y
con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
4.- Lectio divina:
a.- ¿Qué dice el texto? Leemos el Evangelio del próximo domingo.
- “Porque todo el que se ensalce, será humillado; y todo el que se
humille, será ensalzado” (Lc.14, 11).
En torno al tema de comer, Lucas estructura estas escenas: la
elección de los asientos (vv.7-12), y la elección de los invitados (vv.12-
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14). Jesús prácticamente es el que dirige la conversación, interviene
alguno de los comensales. Todos se interesan en el diálogo: invitados,
anfitrión, un comensal. Al mismo estilo de los filósofos griegos, que en
el ambiente de un banquete manifestaron sus más profundos
pensamientos en forma de conversación, así el evangelista, reúne en
este symposión, las palabras de Jesús. Lucas sitúa en el mundo
helénico el evangelio de Jesús, tiene una palabra que da esplendor a
la comida del sábado, le devolvió la salud al enfermo (Lc.14,1-6), el
banquete hace alusión al que se celebrará en el Reino de los Cielos.
El evangelio, nos presenta a Jesús en un banquete, que hace alusión
al Reino de Dios. Encontramos dos momentos en este evangelio: la
parábola de los puestos en la mesa (vv.7-11), y la elección de los
convidados (vv.12-14). La primera parte, de este evangelio se dirige a
todos los invitados: hay que escoger los últimos puestos, y no buscar
los primeros, como hacían los fariseos. Los invitados llegan y se
sientan a la mesa. Jesús observa que se sientan según la categoría y
dignidad de los invitados conforme a su rango, que ellos mismos se
dan. Los fariseos buscan los primeros lugares, convencidos que tienen
derecho a ello, la misma seguridad que tienen de sentarse en el
banquete del Reino de Dios. ¿Con qué derecho? Esto da pie para que
Jesús instruya a los comensales, sus oyentes. Comienza con un
principio de urbanidad, dejarle al anfitrión señalar el puesto en que
debas situarte: “No te des importancia ante el rey, no te coloques en el
sitio de los grandes; porque es mejor que te digan: «Sube acá», que
ser humillado” (Prov. 25,6-7). La propuesta de Jesús más allá de ser
una regla de cortesía o una invitación a la modestia es una verdad
concerniente al Reino de los Cielos: hacerse pequeño. Nada de falsas
pretensiones de creerse justo, porque Dios humillará al que se
ensalce, o se tiene por justo y lo más grave, hace valer sus derechos
ante Dios. Hay que dejar la oportunidad al anfitrión de ponerte en un
lugar más adelante; esta propuesta de Jesús, además de ser una
norma de educación, es una actitud humilde y religiosa, en vista al
banquete del Reino de Dios. En la comunidad eclesial, el que sirve es
el primero, porque la humildad y la fraternidad, se viven en relación
con el otro. La sentencia final de la frase es la clave del texto: Dios
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humillará al que se ensalce, a quien exige derechos delante de Dios,
ÉL lo excluye de su Reino, sin embargo al pequeño que no se siente
digno de sus dones, lo hace ingresar a su Reino (cfr.Eclo.3,20;
Lc.6,20). La comida del cristiano también está envuelta en el misterio
de Dios, porque el Reino de Dios lo abarca todo: la familia, el hombre,
su comida, su comportamiento en la mesa, las esferas más públicas y
privadas de su vida y de su ser. Dios lo es todo, nada se le sustrae; el
evangelio de la gracia exige conversión. Durante la última Cena, Jesús
sirve, mientras los discípulos había discutido acerca del quién era el
mayor (cfr. Lc.22, 24-27). Se tiende un arco entre el banquete familiar
el de la comunidad eclesial y el banquete celestial, en los tres la
actitud ha de ser la misma: ser pequeño y servidor de todos.
- “Y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se
te recompensará en la resurrecci￳n de los justos” (Lc. 14, 14).
Un segundo momento, es la elección de los convidados, donde se
debe evitar el interés en convidar a ciertas personas escogidas,
pensando en lo que se pueda recibir luego, como recompensa, porque
el Reino de Dios, es siempre don gratuito al hombre. La palabra la
dirige ahora Jesús al anfitrión del banquete y lo exhorta a que cuando
de una comida o cena, no llame a sus amigos y parientes ricos sino,
porque no sólo ha experimentado que se está bien, con parientes todo
queda en casa y con los vecinos se espera una abundante
recompensa. La invitación está regida en el fondo, por el amor propio.
Si amamos a los que nos aman o hacemos el bien al que nos hace el
bien, ¿qué mérito tenemos? (cfr. Lc.6, 32-35). El distintivo del cristiano
es dar, sin esperar recompensa; su amor no deber sólo un amor que
espera recompensa. Por lo tanto, hay que invitar a los pobres, lisiados,
cojos y ciegos, quienes no podrán corresponder, y ser pagado en la
resurrección de los justos. El que en sus obras sólo busca a Dios,
recibirá de ÉL el agradecimiento y recompensa que será la
participación en el reino de Dios (Mt. 6,1). La comida en casa del
fariseo se manifestó la bondad magnífica de Dios, con la curación del
hidrópico se glorificó a sí mismo haciendo el bien al pobre (cfr. Lc.6,
35). Los criterios del convite pasan también a regir el banquete del
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Señor en la Iglesia primitiva (1Cor.11, 20-22; Sant. 2,2-4). Es en la
Eucaristía, donde el hombre come y bebe para el perdón de sus
pecados (cfr.Mt.26,28). Si bien se habla de retribución y recompensa,
no es lo que determina la acción del discípulo, sino Padre de los
Cielos. La recompensa será la comunión con Dios para los justos y los
pecadores que han de resucitar (cfr. Hch.24,15; Jn.5,29). La
resurrección es promesa de bienaventuranza, fundamento de las
bienaventuranzas.
b.- Meditación. ¿Qué me dice? ¿Qué palabra o hecho de este
evangelio me habla al corazón? Escoge tu texto o versículo y da
razón de tu elección.
- “Amigo sube más arriba” (v.10) . Me invita este evangelio a cultivar
la modestia y la humildad, de saber que seguramente hay otros más
importantes que yo, en cualquier banquete donde sea invitado.
- “Todo el que se ensalce, será humillado” (v.11).
- “Serás dichoso…” (v.14). Compartir con quien se sabe no podrá
retribuirte, es gratificante, porque significa salir de uno mismo, de su
estar siempre pensando en uno mismo. Se trata de apoyar, iluminar,
aconsejar, comer juntos, tantas formas de dar vida y espíritu a otros.
Todos secundado por el Espíritu de Dios.
- Otros testimonios…
c.- Oración. Qué le digo al Señor Jesús a propósito de este texto?
Escoge una palabra con la que inicias tu oración personal.
- “Notando c￳mo que los invitados elegían los primeros puestos” (v. 7).
Señor Jesús, dame Señor tu humildad, para buscar no figurar, sino ser
muy consciente de mi lugar en tu casa. Te lo pido Señor.
- “Serás dichoso, porque no te pueden corresponder” (v.14). Se￱or
Jesús que pueda siempre servir al prójimo, sin esperar ninguna
recompensa. Te lo pido Señor.
- Otras oraciones…
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d.- Contemplación y acción. ¿A qué me compromete este
evangelio?
Me comprometo a ejercitar la humildad.
5.- Relectura bíblica que hace S. Teresa de Jesús, da una definición
de humildad que hay que considerar siempre a la hora de querer
trabajar esta virtud en la vida cristiana: “Una vez estaba yo
considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta
virtud de la humildad, y púsoseme delante, a mi parecer, sin
considerarlo sino de presto, esto: que es porque Dios es suma Verdad
y la humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener cosa
buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no
entienda, anda en mentira. A quien más lo entienda agrada más a la
suma Verdad, porque, anda en ella. ¡Plega a Dios, hermanas, nos
haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén!” (6
M 10,7).
6.- Alabanza y Adoración. Te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre, porque nos invitas al banquete del Reino de los
Cielos, te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre, porque Jesús nos enseña a ser pequeños y
servir, te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre, desde el mundo de los enfermos y
encarcelados, de los pobres en este Mes de la Solidaridad con el P.
Hurtado, te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre, desde los monasterios de clausura, parroquias,
movimientos eclesiales, desde ellos y con ellos, te alabamos Señor.
- Otras alabanzas…
7.- Preces: Oramos Padre… Te rogamos ￳yenos.
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- Te pedimos Padre, por la Iglesia para desde el testimonio de
pequeñez evangelice todos los pueblos de la tierra. Te lo pedimos
Señor.
- Te pedimos Padre, que el testimonio de tu Hijo, de Corazón manso y
humilde, sirvamos al prójimo. Te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre, que nuestra participación en la Eucaristía sea
para crecer en obediencia a la Palabra y sanar nuestra convivencia
con los hermanos. Te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre, que nuestra caridad sea siempre desinteresada,
silenciosa para que tu mirada de amor la enriquezca. Te lo pedimos
Señor.
- Otras preces…
8.- Padre Nuestro
9.- Abrazo de la paz
10.- Bendición final.
“Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y abriros
contemplando” (S. Juan de la Cruz). www.carmelitasvina.cl