VIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO, CICLO C
(Sabiduría 9:11-13; Filemón 9-10; 12-17; Lucas 14:25-33)
En el año 1960 se presentó un católico como candidato a presidente de los
Estados Unidos. El senador John Kennedy fue nombrado por el partido
Demócrata para el oficio. Tenía muchas características favorables. Era
graduado de Harvard, joven, y héroe de guerra. A pesar de todo esto muchos
sentían que no podía ser confiado porque era católico. Dijeron que debía la
lealtad al papa romano más que el pueblo estadounidense. La historia de su
elección es famosa pero ahora queremos recalcar una cosa. En el evangelio hoy
Jesús pide tal lealtad a él sobre toda otra cosa.
Muchos quieren seguir a Jesús. Y ¿por qué no? Es hombre con carisma. Cuenta
historias bonitas. Hace curas espectaculares. Confronta a los fariseos que
quieren echar cargos grandes encima de la gente sencilla. Es como el papa
Francisco hoy en día que complace no a todos pero ciertamente a la gran
mayoría de los pobres.
Pero Francisco no es persona que tolere cualquier cosa. Ha hablado varias veces
contra el aborto y el matrimonio gay. Insiste en la obligación a apoyar a los
pobres. Así Jesús exige una entrega de cien por ciento de sus discípulos. Su
vocabulario nos parece duro. Dice que si uno no le prefiere a su padre, a su
madre o, más aún, a sí mismo no puede ser discípulo de él.
Entonces Jesús relata dos historias para asegurar que está bien entendido. El
agricultor pensando en construir una torre y el rey contemplando hacer guerra
son figuras de nosotros. Como ellos no querrían empezar un proyecto que no
podrían cumplir, no deberíamos presentarnos como discípulos de Jesús si no
estamos listos para hacer sacrificios como él. En la segunda lectura san Pablo
propone gran ejemplo de lo que Jesús tiene en cuenta aquí.
Pablo pide a Filemón, un dueño de esclavos, que libere a su siervo Onésimo.
Vale clarificar su razonamiento. Pablo no condena la esclavitud como
repugnante a la dignidad humana. Más bien, dice que ya Onésimo es cristiano;
eso es, ya es hermano a Filemón en Cristo. Por eso, conviene que Filemón lo
trate como un hermano no sólo en la misa sino siempre. Pero esta petición será
muy duro aceptar para Filemón. En primer lugar, Onésimo le abandonó. A lo
mejor Filemón piensa que merece cincuenta azotes no la liberación. En segundo
lugar, si le libera a Onésimo ¿qué pasará con los otros esclavos que
presuntamente tiene? ¿No es que ellos también querrán hacerse cristianos para
que sean liberados?
No se sabe exactamente lo que pasó en la historia. Se piensa que Filemón liberó
a Onésimo. Pues si no lo hizo, habría destruido la carta de Pablo. De todos
modos sabemos que a veces nos cuesta ser cristianos. Significa que escogemos
el acortamiento de deseos, no siempre su satisfacción. Pero una cosa es cierta.
Seguir a Cristo o seguir la Iglesia Católica siempre nos hacen mejores hijos a
nuestros padres y mejores ciudadanos a nuestro país. Pues Jesucristo y la
Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, representan la caridad en la verdad. Con
esta caridad en la verdad daremos a nuestros padres el respeto que merecen.
Con esta caridad en la verdad servimos a nuestro país con el empeño de
patriotas.
Padre Carmelo Mele, O.P