XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La primacía de la opción por los pobres
La parte central del evangelio de Lucas narra el recorrido que Jesús hace desde
Galilea hasta Jerusalén, el lugar de su muerte y resurrección. Ese itinerario
abarca unos diez capítulos (Lc 9,51-19,28) y recoge la mayor parte de las
escenas y enseñanzas transmitidas exclusivamente por Lucas. Entre todas
ellas destacan las parábolas preciosas de la misericordia divina y humana, la
del hijo pródigo y la del buen samaritano, la gran enseñanza sobre la
incompatibilidad del servicio a Dios y al dinero, la parábola del rico y el pobre
Lázaro y la del administrador injusto, así como la experiencia de la salvación
en el leproso agradecido y en el ciego de Jericó.
Una de esas escenas es la del encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19,1-10),
ese hombre pequeño y rico que a partir de aquel encuentro experimentó la
salvación con todas sus consecuencias. Prácticamente al final del camino hasta
Jerusalén, Lucas recapitula en este momento singular de la trayectoria de
Jesús, todos los elementos esenciales de su Evangelio: la prioridad de los
pobres, de los marginados y excluidos, la misericordia entrañable de Dios que
a través de Jesús no da a nadie por perdido, el alcance universal de la
salvación, la alegría extraordinaria por el encuentro con Jesús, la llamada
urgente de la conversión y la radicalidad de la experiencia de la salvación.
Después de la llamada frustrada al seguimiento realizada por Jesús a aquel rico
que tenía muchas posesiones y tras reiterar la enorme dificultad de los
enriquecidos para encontrar la salvación (Lc 18,18-26; cf. 16,19-31) Lucas
presenta a Zaqueo como ejemplo positivo de actuación por parte de los ricos.
A ningún rico se le cierra la puerta de la salvación, pero ésta sólo se
experimenta, cuando a través del encuentro con Jesús se produce un cambio
efectivo de actitud y de comportamiento por parte de los que acaparan las
riquezas. El verdadero encuentro personal con Jesús debe ser deseado,
buscado y acogido con gozo por parte de los enriquecidos. A partir de ese
encuentro se produce ya en el tiempo presente la auténtica salvación. La
intervención de Zaqueo tiene dos verbos en presente: “doy mis bienes a los
pobres” y “si algo estafé a alguien le devuelvo el cuádruplo”. Es un presente
incoativo, que expresa el comienzo de una nueva conducta por parte de aquel
que antes era rico, que había estafado, que era considerado como un pecador
y del que Jesús da a entender que estaba perdido.
Está muy claro en el evangelio que lo que tienen que hacer los ricos es
cambiar radicalmente. La novedad del Evangelio, que no nace de ninguna
normativa precedente, es lo que Zaqueo realiza al dar la mitad de los bienes a
los pobres y al poner en práctica algo de lo prescrito en el Antiguo Testamento
(cfr. Ex 21,37; 2 Sam 12,6) acerca de lo robado y devolver cuatro veces más a
los que ha estafado en su gestión económica. Ese comportamiento de cambio
radical en la atención a los pobres tiene el mismo efecto que la fe. De igual
modo que la fe conduce a la salvación al leproso y al ciego que habían sido
curados (Lc 17,19; 18,42), tras la acogida personal a Jesús por parte de
Zaqueo, éste experimentó la salvación proclamada por el Señor cuando
cambió de mirada, de perspectiva y de rumbo en la consideración de los
pobres como destinatarios de los bienes de que carecen.
La última frase de Jesús es el colofón de todo su mensaje, pues recapitula todo
el contenido del Evangelio de Lucas en una sentencia única: “El Hijo del
Hombre vino a buscar y salvar lo perdido” (Lc 19,10). Jesús desborda la
expectativa de Zaqueo que sólo quería identificar a Jesús. Sin embargo fue el
Señor quien lo identificó a él, llamándolo por su nombre y ganándose toda su
atención. A partir de ahí es Jesús quien interviene indicándole sólo dos nuevas
realidades marcadas con el adverbio “hoy”. La primera es que Jesús se queda
en su casa, la segunda es que la salvación aconteció en su casa. Ambas están
íntimamente unidas. A la palabra de Jesús él responde dándole acogida muy
gozoso. Jesús no indica nada acerca de lo que tiene que hacer Zaqueo sobre su
conversión, pero es que Lucas ya lo había recordado en los textos anteriores.
El que era rico también en la parábola de Lázaro, debía haber escuchado a
Moisés y a los profetas, y esto es exactamente lo que hace Zaqueo, tomando
conciencia de lo que debe hacer, incluso superando lo dicho en Num 5,6-7, que
sólo prescribía un recargo del veinte por ciento. Cuando se cumple la palabra y
se interpreta en su espíritu, más allá de lo literal, entonces acontece la
salvación.
Para Lucas Jesús no es sólo el que vino a predicar el Reino de Dios (Lc 4,43) ni
a cumplir la profecía de Is 61,1-3 (Lc 4,18-19) sino el que ha venido a actuar
como pastor de su pueblo (cf. Ez 34,6.12.16). Jesús es el Salvador. Jesús ha
venido a salvar lo perdido. Así como la dracma, la oveja y el hijo pródigo
estaban perdidos, también este rico estaba perdido. Al quedarse Jesús con
Zaqueo, con la mera presencia de Jesús en su vida y en su casa, Zaqueo
empezó a reorientar su vida hacia los pobres. Y así comenzó a vivir la
salvación. Y es que los pobres son lugar de salvación, ellos son lugar teológico
por antonomasia.
Esto ha sido puesto de relieve de forma magistral por el teólogo vasco Javier
Vitoria parafraseando con la fórmula “fuera de los pobres no hay salvación”,
aquella otra expresión de gran resonancia tradicional de Orígenes y Cipriano:
“fuera de la iglesia no hay salvación”. Esa misma orientación teológica
constituye una dimensión esencial de la fe cristiana, precisamente la que está
a la base de la “opción preferencial y evangélica por los pobres” vigente en la
iglesia actual, proclamada en el Documento de Aparecida, del CELAM en
Latinoamérica, y ratificada en toda su profundidad por Benedicto XVI, que la
vinculó a la fe cristológica, como algo inherente a la misma. El papa Francisco
la evoca continuamente y de muchas maneras. Bástenos recordar lo que dice
en la Evangelii Gaudium, nº 198: “para la Iglesia la opción por los pobres es
una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica”.
Esta opción es entendida como “una forma especial de primacía en el ejercicio
de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”.
Creo que esta prioridad por los pobres está llamada a ser un mensaje de
salvación en el mundo actual y el principal criterio de transformación de las
estructuras sociales e injustas de la tierra en el marco de la gran crisis actual.
A través de su Evangelio también hoy Jesús viene a buscar y a salvar a los
perdidos de este mundo. Si lo acogemos y orientamos nuestra vida hacia los
pobres nuestra vida cambiará y encontraremos la alegría y la salvación.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura