Vida cuestionada
El gran teólogo ortodoxo Olivier Clément ha dicho en sentencia memorable: “si la historia
no está nutrida de eternidad, se convierte en pura zoología”. Es decir, la vida, nuestra vida
es vida perdurable. Tiene principio, pero no tiene ocaso. De no ser así, no valdría la pena
vivirla tan pasajera como es, tan inútil, tan fragmentada. Tal vez, por ello, las generaciones
actuales viven sólo el presente sin horizontes, sin raíces originarias.
La vida tiene un referente obligado, o ya no es vida: Dios. El Dios de la Biblia, el Dios de
Jesucristo es el Viviente, es la vida en plenitud. Es un Dios con Historia, Historia de
salvación con nombres propios: Abrahám, Isaac, Jacob y los nombres que definen tu
identidad, nombre y apellidos. Es un historial viviente. Sin esa vida en plenitud,
terminaríamos en lo que Olivier Clément llama ‘vida zoológica’.
Los Saduceos en el Antiguo Testamento para reivindicar su principio de no resurrección,
casan a una mujer con siete hermanos terminando todos en la misma suerte: La muerte sin
posibilidad de regreso a la vida. Los creyentes, en plegaria de gratitud infinita, confesamos:
“La vida no termina, se transforma”. Caminamos en un ‘crescendo’ progresivo hacia el
encuentro en eternidad preparada, esperada, con todo lo que sembramos acá de bueno.
Una madre y sus siete hijos en el libro veterotestamentario de los Macabeos, rubrican con
su sangre el principio de la resurrección. Son las causas nobles las que definen el sentido de
la vida. Pablo nos habla de la esperanza como “virtud espléndida”. Y Jesús con su vida y
con su muerte nos indica el camino que nos lleva a la meta sin fin de la existencia gozosa.
Ya desde el bautismo somos seres resurreccionales.
Cochabamba 06.11.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com