ESPERANZA SIN EVASIÓN
Domingo 33º del Tiempo Ordinario. C
“A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las
alas”. Hermosa promesa con la que se cierra el texto del profeta Malaquías que se lee en la
celebración de este domingo (Mal 3,19).
Claro que inmediatamente antes, el profeta había anunciado el destino que aguarda a los
malvados y perversos. En el juicio de Dios serán tratados como la paja que arde en el horno.
No es una amenaza. Una vez más se exhorta a la persona a hacer buen uso de su libertad. Que
el horizonte del futuro nos ayude a elegir el camino verdadero. A vivir en la verdad.
El salmo 97 nos invita a repetir que “El Se￱or llega para regir la tierra”. Y san Pablo
advierte a los cristianos de Tesalónica que la espera del día del Señor ha de traducirse en una
vida tranquila y laboriosa: “El que no trabaja, que no coma” (2Tes 3,10).
SIN MIEDO
En el evangelio que hoy se proclama escuchamos los elogios que las gentes de Jerusalén
hacían del Templo, que estaba siendo restaurado y embellecido por entonces. Jesús anuncia
que un día no quedará piedra sobre piedra de aquel monumento (Lc 21,5-19). La pregunta
siguiente era de esperar: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?”
Sin embargo, para Jesús no es importante saber el tiempo. Por eso lleva la atención a
dos cuestiones fundamentales, como ha subrayado el papa Francisco: “Primero: no dejarse
engañar por los falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de
la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia”.
Esas lecciones valen también para los creyentes de hoy. De vez en cuendo alguien nos
anuncia la proximidad del fin del mundo. Pero lo que importa no es conocer una fecha futura,
sino vivir sin miedo el presente. Hemos sido llamados a construir la “civilizaci￳n del amor”,
como decía Pablo VI. Nuestra esperanza no debe llevarnos a la evasión.
CON FIDELIDAD
El texto evangélico pone en boca de Jesús el anuncio de las guerras y las tribulaciones
que nos esperan. Y, sobre todo, la certeza de que seremos perseguidos y juzgados por causa
de su nombre. La experiencia nos asegura que ese vaticinio se ha cumplido y nos hace pensar
que se cumplirá siglo tras siglo. Pero Jesús concluye con dos frases de aliento:
• “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. La primera frase se refiere a Dios. Su
providencia nos acompañará a lo largo del camino. No seremos librados de la tribulacion pero
se nos promete la cercanía de Dios.
• “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La segunda frase se refiere a
nosotros. Las persecuciones pueden hacernos temblar. Pero no podemos renegar del
Evangelio. Sólo nos salvará la fidelidad al Dios fiel y providente.
- Maestro bueno, todos los días te imploramos: “Ven, Se￱or Jesús”. Que nuestra oraci￳n
sea sincera. Que la esperanza de tu venida nos ayude a vivir con fidelidad el gozo de la fe, el
testimonio de la esperanza y el compromiso del amor. Amén.
José-Román Flecha Andrés