FIESTA DE CRISTO REY (C)
¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú lo has dicho: ¡soy rey! (Juan 18,37)
- La Fiesta de Cristo Rey la introdujo Pío XI (1925) para honrar la Realeza
de Cristo, prerrogativa que Jesús proclamaría en circunstancias muy
especiales y significativas. Su Realeza da la titularidad a nuestra Parroquia.
Naturaleza del Reino de Cristo
- Esta Fiesta es una ocasión para explicar la verdadera naturaleza de la
Realeza de Cristo ¿En qué sentido hemos de interpretar que Cristo es Rey?
- ¡Qué poco habríamos entendido ésta Naturaleza de su Reinado si lo
concibiéramos como, un “generoso” intento nuestro de, “aupar a Cristo” a la
categoría de los reyes de la tierra, como si su Reinado fuera una espontánea
concesión nuestra con la que queremos honrarlo!
- ¡Nada más lejos de la realidad! Los reinos de la tierra son efímeros y
aleatorios. Los reinados de la tierra, sólo podrían servirnos de alguna
referencia para explicar el Reinado de Cristo, si los elevamos a la categoría
e inmensidad de Dios, de la que procede esta prerrogativa divina de Cristo.
Cristo se proclamó Rey
- Resulta paradójico que Cristo Rey que, en las distintas ocasiones en que
la multitud, entusiasmada, quiso proclamarlo rey, se quitara de en medio,
renunciando a dicha proclamación y, por el contrario, ante Pilatos, cuando
con esa proclamación se jugaba la vida, no tuvo inconveniente en
proclamarse Rey con toda rotundidad: “Yo soy Rey. Tu lo has dicho” (Jn.
XVIII, 37).
- La explicación tiene una lógica muy esclarecedora: Cuando Jesús
predicaba, recorriendo libremente las ciudades de Palestina, existía el
peligro de que, aquellos espontáneos “proclamadores” de su Reino,
entendieran mal la naturaleza de su Reinado y lo confundieran con un reino
terreno, temporal y triunfalista. Y así…, ¡Jesús no quería proclamarse Rey!
Si lo hubiera hecho, habría contribuido, - como suele decirse – “ a la
ceremonia de la confusión”.
- Sin embargo, en la escena ante Pilatos, ¡las circunstancias han cambiado!
Ahora, prendido, escarnecido y humillado..., ¡Ya no hay peligro de que
interpreten su reinado de forma triunfalista! Si alguno, en aquellas
circunstancias, permanece fiel y está dispuesto a ser vasallo de tal Rey ¡ya
sabía a lo que se exponía, y de qué Reino se trataba! Concretamente, del
Reino que nos describe y resume el Prefacio de la Misa de hoy:
“Un Reino eterno y universal. El Reino de la verdad y la vida, el Reino de
la santidad y la Gracia, de la justicia, el amor y la paz”.
Y, los hombres de hoy, ¿cómo entendemos su Reinado?
- También hoy, después de XXI siglos, corremos el peligro de, mal
interpretar la naturaleza de su Reino. Por eso Cristo, en aquellas
circunstancias tan elocuentes, nos dejó claro, (a Pilatos y también a
nosotros), la verdadera naturaleza de su Reino. ( Lectura de la respuesta de
Jesús a Pilatos ) Jn, XVIII, 17-23
- Su Reino no es de este mundo. Los reinos terrenos, (dictatoriales o
democráticos), se nos imponen y, sin una decisión personal, terminamos
siendo vasallos. Por el contrario: al Reino de Cristo, se nos invita: “Si
quieres…”, nos dice Jesús. Y, sólo somos vasallos suyos, si amorosamente
lo decidimos.
- No olvidemos que, aunque es importante conocer la Naturaleza del Reino
de Cristo y celebrarlo y proclamarlo , de poco nos serviría, si Cristo no
reina verdaderamente en nuestras vidas y si no luchamos por aplicarnos el
programa” de su Reino. El que nos ha dejado a través de su Vida y de sus
Parábolas que, significativamente, siempre las comenzaba con referencia a
su Reino:
El Reino de los Cielos es semejante ..., se parece).
- Seamos consecuentes si no queremos merecer estos o parecidos reproches
de Jesús:
“¡Estoy aburrido de reinar sólo en las paredes de vuestras casas! ¡Yo no
me hice hombre y di la vida por vosotros sólo, para que sepáis y celebréis
que soy Rey! ¡Si no reino en vuestras vidas, todo eso es una farsa!”
- ¡Ojala! que, convencidos de que, “servir a Dios es reinar”, nos sintamos
estimulados por estas otras gratificantes palabras del Apóstol San Pablo:
El nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al
Reino de su Hijo querido” (Colosenses I - 12-13)
Guillermo Soto