DOMINGO XXXIV TIEMPO ORDINARIO. CICLO C -SOLEMNIDAD
CRISTO REY DEL UNIVERSO
NO NOS BAJEMOS DE LA CRUZ.
David es reconocido rey por unción del Señor; los hombres sobre los que
reinará no son de su propiedad sino pueblo de Dios; sólo los profetas le
recordarán al rey sus límites: “Somos de tu misma sangre. Ya desde antes,
aunque Saúl reinaba sobre nosotros, tú eras el que conducía a Israel, pues ya
el Señor te había dicho: Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo; tú serás su
guía” (primera lectura). El pacto entre los ancianos de Israel y David se hizo
en Hebrón; lugar donde reposan Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y
Lía; en una tumba que compró Abraham para Sara en la cueva de Mapelo.
La ruina de la realeza, el exilio y el sitio patriarcal de los recuerdos serán el
preámbulo histórico, espiritual y memorial hacia el futuro del último rey de
Israel que dominará desde la cruz, Jesús.
LA CRUZ DEL SUCESOR DE DAVID
En la cruz interpelan a Jesús como rey de la descendencia de David, cada uno
desde su situación personal; los jefes religiosos de Israel que esperan el
Mesías, elegido de Dios; los soldados romanos que están ante uno que
pretende ser rey sin defenderse y un malhechor que espera alguien que lo
salve, y lo llaman “Mesías”. Estas interpretaciones de Jesús como Mesías
podían estar de acuerdo a las tentaciones del desierto, al inicio de la vida
pública de Jesús: “Si tú eres el Hijo de Dios…”, “Si tú eres el Hijo de Dios di
que estas piedras se conviertan en pan…”, “si tú eres el Hijo de Dios tírate
abajo que Dios dará ￳rdenes a sus ángeles para que te protejan”. La tercera
tentación se relaciona al título de rey ungido por Dios desde la cruz: “te daré
todos los reinos de la tierra si te postras para adorarme” La pregunta es la
misma ¿Cuál es la misión del mesías? ¿Se trata de un jefe político religioso?
Jesús no responde a este estilo de cuestionario. En las tentaciones sólo
respondi￳: “No s￳lo de pan vive el hombre”, “no tentarás al Se￱or tu Dios”,
“adorarás al Se￱or tu Dios, s￳lo a él darás culto”. Siempre que en su misi￳n
era tentado hacía una referencia a la Escritura. Pudo haber sido que no
respondió a las provocaciones desde la cruz porque sabía lo que significaba
ser “Jesús” (que Dios salva) Lo único que pudo decir fue: “Padre perd￳nales
porque no saben lo que hacen” para reconciliarlos y reconciliarnos con Dios
Padre. Y a quien le dijo “Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”
confesando no su culpabilidad sino expresando su fidelidad a Jesús como
Mesías; Jesús le responde: “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”; Si su
compañero de la cruz desea una salvación futura, el Mesías le asegura una
liberaci￳n inmediata: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
“BÁJATE DE ESA CRUZ”
Quienes conocieron o hemos oído hablar de Jesús haciendo milagros,
humanizando la vida de los pobres de la Galilea, no entendemos cómo se
encuentra clavado en una cruz. Es mejor que se baje de la cruz y vuelva a ser
Mesías sin cruz, con proyecto político distinto. Esta sigue siendo la tentación
permanente del cristiano “Bájate de esa cruz”, llamada pareja, hijos, trabajo
honrado, disciplina, ética y moral y responsabilidad, estudio, derechos
humanos, justicia y equidad. “Quien quiere salvar la propia vida la perderá,
pero quien pierda su vida a nombre de la cruz, la salvará. (Lc 9,24).
La salvación inaugurada por Jesús no consiste en bajarse de la cruz sino en
reconciliarnos con la cruz. La muerte de Jesús es una victoria sobre el mal y
sus secuelas; por esto no hay espacio para un grito de abandono,
murmuración o resignación, asumiendo la cruz. ¡Qué importante es en la vida
que el Crucificado-resucitado nos ilumine cuales son nuestras cruces!
¿Será porque nos hemos divorciado de la cruz por lo que no comprendemos
aún el mesianismo del crucificado y nos ahogan tantos mesianismos o ídolos
distintos sin alcanzar la paz? “Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda
plenitud y por Él quiso reconciliarnos, de todos nuestros egoísmos, para
darnos la paz por medio de su sangre en la cruz, para que reconciliados
hagamos la paz que él nos ha logrado con su cruz. “Porque Dios quiso que en
Cristo habitara toda plenitud y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas,
del cielo y de la tierra y darles la paz por medio de su sangre; derramada en
la cruz” (segunda lectura) “por el amor que tengo a mis hermanos, voy a
decir: la paz contigo y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los
bienes” (Sal 121).
Padre Emilio Betancourt