Domingo primero de Adviento, Ciclo A
Alegría con pobreza y no pesares con pobreza.
Estamos comenzando un nuevo año litúrgico precisamente en los finales
del año civil. Hay muchos preparativos en las casas, en las instituciones y
en los comercios. Quizá todos hemos oído aquella exhortación de Cristo:”
Velen y estén preparados porque no saben qué día va a venir su Señor. Si
un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón estaría vigilando
y no permitiría que se le metiera por un boque en su casa”. Hemos
entendido muy claro el mensaje pero solo una parte de él y por eso los
hombres se previenen de maravilla, y las casas, los edificios y los comercios
cerraduras y candados son protegidos con rejas, sistemas de alarma,
alambres de púas y cámaras de vigilancia, de manera que esos lugares
llegan a ser como un bunker casi inexpugnable, sin embargo esa no es la
preparación que Cristo pide para su venida como el Hijo del hombre, que
viene a cosechar lo que sembró en su vida mortal con su muerte redentora
y su resurrección de entre los muertos para llevarse a todos a vivir en la
casa de nuestro buen Padre Dios. Tenemos bien protegidas nuestras casas
y los comercios contra los ladrones físicos, materiales, pero hemos
descuidado la vigilancia para nuestra vida espiritual, y nos están
arrancando sin misericordia, lo que había sido nuestro tesoro y nuestra
herencia. ¿Quieren saber cómo está el asunto? Nos están arrebatando LA
FE y hoy tenemos grandes sectores de la población que dicen que no creen,
algunos lo hacen sinceramente, otros porque les da vergüenza presentarse
como creyentes, otros por imitación y otros son obligados a dejar su fe si
quieren progresar por los caminos de la política, la economía o la cultura.
Hacen gala de su descreimiento y entran en una crisis de identidad, pues
no pueden desconocer que fueron cristianos, que fueron bautizados y no
han sido tan fuertes como para no ser azotados y llevados a la playa de la
incredulidad.
Nos arrebatan nuestra ESPERANZA, mucha gente no le encuentra sentido
a la vida, viven sin alegría, distintivo del cristiano y al final, muchas gentes
acaban arrancándose a sí mismos la vida, como en Japón, que porque los
jóvenes no alcanzaron el promedio requerido para ingresar a una
universidad acaban arrojándose de un edificio para terminar pronto con una
vida que no les depararía nada bueno. Y vivir sin esperanza es vivir sin
abrigo, sin cobijo, sin la confianza de otra vida donde desaparezcan las
guerras, las enemistades, las enfermedades y la desconfianza en los
hombres. Se sienten entonces víctimas de su desgracia y no se dan cuenta
de que cada uno de nosotros somos en grandísima medida, los
protagonistas de nuestra propia salvación.
Y finalmente nos están arrebatando el AMOR, LA CARIDAD. Alguien que no
ama, ya está viviendo en el infierno y hay mucha gente que viven así,
separados, aislados con miedo de los demás, con desconfianza y sin
deseos de ayuda, de salida al encuentro con los demás. Sí, es verdad que
nos conmovemos con las desgracias que ocurren cerca o lejos, un
terremoto, una inundación, una sequía insoportable, pero la vorágine de la
vida impide la ayuda y nos quedamos simplemente con el sentimiento:
“pobrecitas gentes” pero no levantamos un dedo para auxiliar a los que
están pasando necesidad. ¿Ven entonces que es verdad lo de los robos a
nuestros intereses espirituales? ¿Dónde estará la solución? En Cristo:
“también ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo
piensen, vendrá el Hijo del hombre”. Es Jesús, es el Salvador, es el enviado
que viene a salvar, a hacernos despertar de nuestro sueño. Ya lo decía San
Pablo: “es hora de que despierten del sueño, porque ahora nuestra
salvación está más cerca, que cuando comenzamos a creer.
Desechemos pues, las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas
de la luz”. Tenemos que volver a considerar a Noé, un hombre sencillo,
bueno, temeroso de Dios que un día escuchó una petición absurda del
Señor: constrúyeme un arca. ¿En una región de profunda sequía, construir
arca? ¿A quién se le ocurre? Pero consiente de que es Dios el que lo pedía,
la realizó y eso hizo que la humanidad pecadora que vivía entregada a su
propia vida, a sus placeres, a buscar su propia comodidad y que vivía
también despreocupada de que existiera o no el Señor, fue salvada en
atención al futuro redentor. Hoy Cristo está por venir y nos invita a trabajar
asiduamente para hacer este mundo más humano, más espiritual,
ayudando a convertir las armas, los tanques, los cañones, en arados, en
tractores y en factorías donde pueda transformarse la materia no para unos
cuántos, sino para que todos tengan una condición digna para vivir. Cristo
vendrá, no lo dudes, ¿te encontrará preparado? Y recuerda que Cristo
vendrá, que él es el Salvador, que es el que la humanidad necesita. ¿Ya te
das cuenta de que “santa clos” no dará la salvación a la que todos estamos
llamados? A vivir pues nuestro Adviento.
Padre Alberto Ramírez Mozqueda