I Domingo de Adviento, Ciclo A
Misericordia et Misera: Es hora de despertarse
El papa Francisco ha querido concluir el año jubilar de la Misericordia con otro
regalo suyo para el mundo con la carta apostólica Misericordia et Misera. Estas
dos palabras están tomadas de san Agustín en su comentario al encuentro entre
Jesús y la adúltera, narrado en el Evangelio de Juan (Jn 8,1-11). Jesús es
la Misericordia que se encuentra con la Mujer sumida en la Miseria . “La miseria
del pecado ha sido revestida por la misericordia del amor” (MM 1). El Papa da las
gracias por este hermoso año jubilar en el tono entusiasta y profundo que le
caracteriza y muestra algunos signos visibles de la primacía de la misericordia
permanente en la vida de la Iglesia.
Por ello ha prolongado su servicio a los “ misioneros de la misericordia” ,
encargados de perdonar pecados reservados a la sede apostólica, y concede a
todos los sacerdotes “la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado
de aborto”. Al destacar la enorme importancia de la Palabra de Dios en la vida de
la Iglesia indica el papa Francisco que “sería oportuno que cada comunidad, en un
domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, el
conocimiento y la profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado
enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que
proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo” (MM7). Y ha querido
también instituir el Domingo anterior al de Cristo Rey, como Jornada mundial
de los pobres .
Como colofón a sus propuestas el Papa y para que nos demos cuenta de lo que en
nuestro mundo está pasando nos interpela en el número 18: “Es el momento de
dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas
nuevas, fruto de la gracia. […] Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el
hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que
no tienen nada para comer. Grandes masas de personas siguen emigrando de un
país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz. La enfermedad, en sus
múltiples formas, es una causa permanente de sufrimiento que reclama socorro,
ayuda y consuelo. Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia, las
condiciones de vida inhumana causan sufrimientos, en ocasiones graves, que se
añaden a las penas restrictivas. El analfabetismo está todavía muy extendido,
impidiendo que niños y niñas se formen, exponiéndolos a nuevas formas de
esclavitud. La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente,
hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los
demás. Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto
representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el
reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana. Con todo, las obras
de misericordia corporales y espirituales constituyen hasta nuestros días una
prueba de la incidencia importante y positiva de la misericordia como valor
social . Ella nos impulsa a ponernos manos a la obra para restituir la dignidad a
millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas, llamados a
construir con nosotros una ᆱciudad fiableᄏ”.
Y en el n. 20 nos exhorta a todos: “Estamos llamados a hacer que crezca
una cultura de la misericordia , basada en el redescubrimiento del encuentro
con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni
aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos. Las obras de
misericordia son «artesanales» : ninguna de ellas es igual a otra; nuestras manos
las pueden modelar de mil modos, y aunque sea único el Dios que las inspira y
única la «materia» de la que están hechas, es decir la misericordia misma, cada
una adquiere una forma diversa”.
Con este gran impulso del papa Francisco y fieles a su llamada para que la
homilía esté centrada en la Palabra de Dios, presentamos, como habitualmente
hacemos, el mensaje bíblico de este domingo primero de Adviento en el que los
cristianos empezamos nuestra preparación para celebrar la Navidad, avivando
en nosotros la esperanza de la venida última y definitiva del Señor con la
gloria propia del Resucitado. La palabra de Dios nos habla hoy del anuncio de
la venida del Señor. Isaías nos proporciona una visión espléndida del fin de los
tiempos con la casa de Dios como centro y cumbre de una riada humana de
pueblos numerosos encaminados hacia el Señor a través de su ley y de su palabra
(Is 2,1-5). Pablo señala la cercanía de la salvación para los creyentes en Dios,
como motivo central de una nueva conducta en la luz (Rm 13,11-14) y Mateo
anuncia la llegada repentina del Hijo del Hombre (Mt 24,37-44), pero podemos
centrarnos en esto último y contemplar la figura enigmática del Hijo del Hombre
que viene y cuyo origen se remonta a la tradición apocalíptica del libro de Daniel
(Dn 7,13).
Según los evangelios, Jesús se presenta como Hijo del Hombre revelando tres
facetas de sí mismo, unas veces se manifiesta como Señor y juez de la
humanidad (Mt 24-25), otras como Sufriente y víctima de la injusticia de los
hombres (Mc 8,31; 9,31; 10,33), y otras como servidor y liberador del
hombre (Mc 10,45).
Cuando en la Iglesia se habla de Adviento y de la venida del Hijo del Hombre se
refiere principalmente a la llegada gloriosa de Cristo en el momento final de la
vida y de la historia. Es Jesucristo, vencedor de la muerte , señor del cosmos
y juez del mundo y de la humanidad. Es la parusía final , el encuentro definitivo
del Señor Jesús, Dios y Hombre, con todos y cada uno de los seres humanos. Pero
el que vendrá en el futuro definitivo es el mismo que vino ya y sigue viniendo
trazando el camino de la verdad , asumiendo el proceso de liberación del
hombre y afrontando su destino de sufrimiento y de muerte por la causa del Reino
de Dios. Y es el mismo Hijo del Hombre que actúa con autoridad entre los suyos,
ofreciendo el perdón al paralítico (Mc 2,10), interpretando la mediación religiosa
de la ley y del sábado en función del ser humano (Mc 2,18), y que muestra su
identidad como servidor de todos (Mc 10,45).
Al presentar la venida del Hijo del Hombre el evangelio de hoy subraya dos
aspectos : Su carácter imprevisible y su carácter de juicio tajante . En primer
lugar, el que viene como vencedor de la muerte lo hará de manera repentina
y sorprenderá a todos , de igual manera que el diluvio pilló por sorpresa a los
contemporáneos de Noé. Según el evangelio, aquellos andaban distraídos
respecto a las señales de parte de Dios y no se daban cuenta de la llegada del
diluvio destructor. Actividades cotidianas de la vida, tan normales como comer,
beber, casarse o emparejarse son las acciones más naturales de la vida humana.
Pero son consideradas como una desatención o distracción respecto a las señales
que marcan lo último y lo fundamental de la historia de la humanidad. De ese
modo en el evangelio se interpreta que la generación de Noé no es que fuera
condenada por inmoralidad sino por una gran superficialidad espiritual: “No se
enteraban de nada” (Mt 24,39). Dejarse arrastrar por las preocupaciones
cotidianas absorbe la percepción profunda de una existencia abierta a Dios y a un
futuro en la espera de la venida del Señor. Pablo también reclama su atención en
todo ello apelando a tomar conciencia del momento en que vivimos y a
darnos cuenta de lo que está pasando (Rm 13,11)
En segundo lugar, la venida de Jesús conlleva un juicio tajante. Mediante el
paralelismo de las imágenes de dos hombres y de dos mujeres que son
tajantemente separados se muestra la contundencia del juicio que inaugura la
venida del Hijo del Hombre. Éste viene con decisión y provocando
escisión: "Estarán dos en el campo: uno se lo llevarán, y a otro lo dejarán" (Mt
24,40). Esta separación es sinónimo de juicio sobre la responsabilidad personal e
ineludible de cada cual. Se trata de una llamada muy personal a
la conciencia individual. El Hijo del Hombre nos pedirá responsabilidades ante
nuestras obras de misericordia. Con toda responsabilidad cada cual dará cuenta
de su vida y de sus obras, de su conducta y de sus actitudes, ante Dios y ante los
demás, ante el Hijo del Hombre, el Resucitado, y ante los pobres de la historia,
en los que el Señor está realmente presente y no solo de forma aparente, pues lo
que hayamos hecho con ellos lo hemos hecho con el mismísimo Hijo del Hombre
(cfr. Mt 25,40).
Finalmente se cuenta la última parábola del ladrón que viene a deshora y de
repente para evocar la irrupción inesperada del día del Señor. La custodia y la
vigilancia del dueño de la casa es la garantía de la defensa de la misma frente
a cualquier intromisión. Ésta es la misma actitud espiritual que debe caracterizar
a los discípulos que no deben dejarse atrapar por el cansancio o por la indiferencia,
por la relativización o por la flojera, sino que están llamados a vivir vigilantes
en la espera imprevisible de su Señor.
Por tanto el mensaje de Jesús a sus discípulos es una llamada a la vigilancia
constante y a la responsabilidad, a la fe activa, a la resistencia firme y a
la actitud de oración permanente. El imperativo “velad” o “estad
atentos” es el mismo utilizado en la interpelación de Jesús a los discípulos en
Getsemaní (Mt 26, 38.40.41). Desde aquí se percibe cuál es la señal a la que
realmente hay que estar atentos en la perspectiva cristiana. Atentos a la hora del
sufrimiento de cualquier persona humana y vigilantes para estar a la altura de la
solidaridad requerida en la hora del dolor.
El adviento es una ocasión propicia para “darnos cuenta” de lo que en el
mundo está pasando y para avivar en nosotros la esperanza en el Hijo del
Hombre que viene anunciando la Misericordia de Dios hacia toda persona
sumida en cualquier tipo de Miseria humana y cuyo nacimiento en la historia
celebramos en Navidad. Por una cultura de la misericordia, Feliz Adviento.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura