CICLO A
TIEMPO DE ADVIENTO
DOMINGO III
Nuestro Dios viene en persona a salvarnos, dice el profeta Isaías, poniendo de
manifiesto algunas señales de la llegada salvadora del Señor (primera lectura). A
los que por encargo del Bautista le preguntan si él es el que ha de venir, Jesús les
responde que se están cumpliendo las señales que predijo Isaías muchos siglos
antes. Pero añade una nueva señal: a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
Y termina elogiando a Juan como profeta mensajero valiente, que prepara el
camino al Señor (Evangelio). En la segunda lectura el apóstol Santiago nos dice
que tenemos que esperar con paciencia la venida del Salvador, que está cerca.
El Adviento es un tiempo de gracia para recordar y agradecer que nuestro Dios
vino en la humildad de nuestra carne y que, al final, vendrá en la majestad de su
gloria. El Señor vino, el Señor vendrá. Pero Adviento es también nuestro tiempo
presente: nuestro Dios viene a salvarnos, está cerca, a nuestra puerta. Es tiempo
de entrenamiento intensivo para mantenernos en vigilante espera todos los días
de nuestra vida: nuestro Dios viene en persona a salvarnos.
Vigilante espera, poniendo, como los pobres de la Biblia, toda nuestra confianza
en el Señor, que esto es la fe. Aguardando pacientemente al Salvador (segunda
lectura), sin cansarnos de hacer el bien, que esto es la paciencia. Mantenernos en
vigilante espera como testigos valientes de Cristo; sin miedo a las dificultades que
surjan por confesar que el Señor Jesús es el único Salvador del hombre. Así
preparó Juan Bautista los caminos al Mesías.
“Ven, Señor, a salvarnos”, repetimos este domingo en el Salmo responsorial. Es
oración de fe y esperanza, pero también de compromiso para mantener abiertas
nuestras puertas: el Salvador llega en persona.
PADRE MARIANO ESTEBAN CARO