COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Primero de Adviento, Ciclo A
Evangelio según San Mateo 24,37-44
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre,
sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la
gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no
sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo
sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el
campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo,
una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben
qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué
hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes
de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre
vendrá a la hora menos pensada.
ADVIENTO I: ESTAR ATENTOS AL PASO DE DIOS
En este texto se nos habla de una venida, imprevista, de la preparación que uno
tiene que tener, de no estar distraído mirando para otro lado. Venimos de Dios,
caminamos con Dios, regresamos a Dios y algún día, cuando Dios quiera, nos
llamará a su presencia y “en el atardecer de nuestra vida seremos juzgados en
el amor”, por lo tanto uno tiene que estar remotamente preparado para el
encuentro definitivo.
Pero ese encuentro definitivo nos hace volver a nuestras realidades; y en este
tiempo tenemos que tener un discernimiento: cómo vivimos, cómo gastamos las
energías, cómo nos damos a los demás, cómo tratamos a los otros, cómo somos
con nuestras cosas, cómo somos con las personas, el bien que podemos hacer y
el mal que podemos evitar. De alguna manera uno tiene que tener una
responsabilidad. Cada uno es responsable de su propio crecimiento, de su propia
maduración.
No se puede vivir “sólo por hoy” sin pensar en el más allá, sin pensar en la
finalidad y sin pensar en las consecuencias. No sabemos cuánto tiempo vamos a
vivir, pero sí es importante tener calidad de tiempo y calidad de vida.
Que tengamos espíritu crítico; que reconozcamos tanto las cosas que están bien,
como las que están mal, realizadas por nosotros; porque quien niega la realidad
nunca va a cambiar ni modificar; quien sabe reconocer tanto sus virtudes como
sus errores puede crecer, puede madurar, puede desarrollarse.
Llevemos esto al plano personal, al plano familiar, al plano institucional, al plano
de la política, a todos los ámbitos donde fuimos tejiendo la historia en las
últimas décadas y al plano de la Iglesia. Cada uno tendrá que reconocer,
discernir y responder, pero hay que hacerse autocrítica; reconocer lo bueno y lo
malo; quien niega la realidad permanecerá en la ignorancia; quien hace negar la
realidad, hace equivocar a los demás.
¡Tremenda responsabilidad de la cosa pública, del bien común, del bien de Dios,
de la Iglesia, de la patria y de la sociedad! Que Dios nos ayude a estar atentos a
este pasar suyo por nuestra vida.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén