IV D E A D V I E N T O (A) (San Mateo, 1, 18-24)
Celebraremos un hecho singular e irrepetible: ¡Dios se hace hombre!
- Se acerca, un año más, la celebración del hecho más insólito de la historia
de la Humanidad: la Encarnación del Hijo de Dios.
- La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, toma una
naturaleza humana y, sin dejar de ser Dios, se hace hombre.
- San Pablo, con dos expresiones, nos lo describe, magistralmente,
en la Carta a los Romanos, que acabamos de escuchar:
"Jesús nacido de mujer (naturaleza humana) y constituido Hijo de Dios,
según el Espíritu Santo…” , (naturaleza divina)
- En este proyecto del Amor y de la Sabiduría de Dios, (por decisión
Divina) participaron, de forma singular, dos criaturas: María y José.
- María, de forma eminente y directísima, para ser la Madre de Dios.
- Y José, para ejercer, de forma muy peculiar, como esposo de María
y como padre del Hijo de Dios.
- El Evangelio, nos describe, precisamente lo que solemos conocer como,
"El Anuncio de José" , por el parangón que tiene con el otro anuncio que
nos es más familiar: “La Anunciación de María".
- La Encarnación del Hijo de Dios fue un hecho ¡tan insólito!, (como es,
que una mujer concibiera sin intervención de varón y por obra del Espíritu
Santo) que, hicieron necesarias estas extraordinarias intervenciones de Dios,
estos singulares anuncios, para acreditar, tanto a las personas elegidas, como
a nosotros, la verdad del Misterio de la Encarnación. (Evangelio).
- La Navidad se puede celebrar de muchas maneras. ¡Muchos,
desgraciadamente, lo hacen de forma pagana! Pero, ¡no puede ser así
nuestra Navidad! Traicionaríamos el inmenso Amor de Dios y estaríamos
profanando este acontecimiento, ¡el más insólito de nuestra historia!
- Al cristiano han de servirle estos días, para ahondar en las verdaderas
razones que tenemos para sentirnos felices. No dejemos que nos vacíen de
su profundo sentido el, ¡Feliz Navidad! Evitemos que, absorbidos por el
ambiente, se convierta para nosotros en, ¡ un manido slogan pagano!
-. La Navidad ha de ser, un vivo recuerdo del singular acontecimiento por el
que hoy, tú y yo, podemos gozar de la dignidad de Hijos de Dios, porque,
¡Dios se hizo hombre para que los hombres nos hiciéramos hijos suyos!
Guillermo Soto