COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Cuarto de Adviento, Ciclo A
Evangelio según San Mateo 1,18-24
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José
y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla
públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el
Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no
temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella
proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre
de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto
sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La
Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel,
que traducido significa: "Dios con nosotros". Al despertar, José hizo lo que el
Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
ADVIENTO IV: VOLVER A LA ESPERANZA
Aquí encontramos, una vez más, la iniciativa de Dios que está con su Pueblo,
que Él formó, el pueblo de Israel ante otros pueblos. Así fue comunicándose,
manifestándose, revelándose y -en los últimos tiempos- lo hace en Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero Hombre.
Frente a este acontecimiento, único, inédito y original, el Dios que se hace
hombre para que el hombre llegue a Dios en Jesucristo -en todo igual menos en
el pecado- el misterio que estaba escondido se hace presente y una vez más es
la cercanía de Dios, es Dios que viene a Nosotros.
Es una cercanía -con rostro humano y con un obrar divino- que se hace presente
en nosotros; está tan presente que su imagen nos toma, nos hace parecidos a Él
y podríamos decir que nos diviniza y también nos humaniza.
Observemos esta escena: José es el hombre obediente que no entendía pero que
obedeció; la misma Virgen María que ante su pregunta acepta la voluntad de
Dios. El mismo Cristo, el Verbo que se encarna, obedeciendo al Padre. El
misterio del ser humano está en una frecuencia de diálogo, de escucha y de
respuesta, de pregunta y aceptación; sobre todo debemos saber que Cristo es
quien provoca el encuentro entre Dios y los hombres.
Pidamos que en esta Navidad seamos capaces de encontrarnos con Dios, y que
también nos encontremos con nuestros hermanos, ¿o no nos damos cuenta que
mucha gente está perdida, abatida, desanimada, entristecida? ¡Todos tienen
necesidad de volver a la esperanza, Cristo!
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén