COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Domingo 25 de diciembre – SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Evangelio según San Juan 1,1-18 (forma abreviada)
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio
de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la
vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no la percibieron (....) La Palabra era la luz verdadera que, al venir a
este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue
hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos
no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su
Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la
sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron
engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad (…)
¡NACE JESUS, RENACE LA ESPERANZA!
Queridos hermanos: este Dios -que estaba antes de todo tiempo- nos muestra
su trascendencia; una trascendencia que no es lejanía sino que se hace cercano,
tierno, concreto, previsible como es la fuerza de su amor. Es el Dios de los
hombres que se hizo uno de nosotros en todo, menos en el pecado. Asumió
nuestra naturaleza humana, menos en el pecado.
No es un Dios lejano, cósmico, abstracto. Él ha puesto su morada, su presencia,
en nosotros. También ha puesto su imagen y como que nos ha divinizado.
Nuestra humanidad está divinizada, traspasada por la fuerza de su espíritu. Por
eso nosotros, siendo humanos parecidos a Él, creados a imagen y semejanza
suya, tenemos una identidad. Una identidad que está viva, que no puede
prescindir este parecido, esta fisonomía.
Él nos ha dado la vida, es parte de nuestra historia; nuestro futuro se cumple
obrando sus proyectos, no los nuestros. Por supuesto que Él nos crea, nos
redime, nos santifica y permite que vivamos libremente, pero nos da fuerzas
para que nuestras decisiones sean de acuerdo y conforme a su proyecto, a su
plan, que es el mejor.
Pidamos en esta Navidad darnos cuenta del regalo que Dios nos hace, que lo
contemplemos, que lo admiremos, que lo adoremos, que le agradezcamos, que
también lo dejemos nacer de nuevo en nuestra vida y que no lo ahoguemos, no
lo sofoquemos por la pereza, por la tibieza, por la injusticia, por la mentira, por
el pecado.
¡Feliz Navidad para todos ustedes, para sus familias, para el mundo, para la
Iglesia!
Ha nacido el Redentor, surge de nuevo la esperanza.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén