Y si te llaman…
Todavía discutimos si venimos de la nada o, hay un Alguien que dio forma e infundió vida
en nuestro universo mundo. La solución depende si la miramos desde el problema o desde
el misterio. Bastaría mirar con detención una flor, o un amanecer, o detenernos en la sonrisa
de un niño para entrar en éxtasis. Hay demasiada auto–suficiencia en nuestros
contemporáneos y la misma respuesta a la vida, a los sueños e ideales se nos hace terca,
escurridiza.
Somos llamados, llamadas. Hay una vocación que responde a una predilección anterior a
nuestra propia existencia. Alguien nos soñó, nos amó, pronunció nuestros nombres como
eco atronador de una elección gratuita y desde siempre. Ya Santo Tomás lo había
consignado en frase lapidaria: “No me ama porque sea bueno, sino que me hace bueno al
amarme”. La elección no es, pues, por mérito alguno, sino por pura bondad suya.
Un grupo de pescadores hace su faena en medio de contratiempos y temporales
imprevistos. Jesús llama. Pronuncia tu nombre. Y tu nombre es tu identidad, tu ser, tu
personalidad. Y estalla en un imperativo que cuece hasta los tuétanos: “Sígueme”. Es
palabra mágica que define tu futuro y deja atrás tu pasado. Rompe las anclas y te lanza en
paracaídas hacia adelante cuando el futuro comienza a ser tu hábitat.
Para seguir a Jesús se requiere libertad. Es la primera condición. Él te llama liberándote,
rompiendo las ataduras de apegos, familia, tendencias, gustos. Comienza vaciando tu
mochila para llenarla sólo de esperanzas… y un no sé qué de incertidumbres, perplejidades
que irán dando reciedumbre a tu imaginación, a tus ansias locas de volar y volar… para
tirar tus anclas sólo en su corazón en lucha permanente de cruz y resurrección.
Cochabamba 22.01.17
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com