DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
Homilía del P. Josep–Enric Parellada, monje de Montserrat
22 de enero de 2017
Is 8,23b–9,3 / Sal 26,1.4.13–14 / Mt 4, 12–23
Queridos hermanos y hermanas,
Reflexionando sobre el Evangelio que nos acaba de proclamar el diácono me he dado
cuenta de que sobresalen dos temas claves. Por un lado, el tema de la luz, por el otro,
el tema del seguimiento, pero ambos con un mismo objetivo el te
porque el Reino de Dios ya está entre nosotros.
En cuanto a la luz, la descripción que San Mateo nos hace de la aparición pública de
Jesús, va precedida por el recuerdo de Juan Bautista, que había sido encarcelado y
silenciado y también por el hecho de que Jesús dejó Nazaret y se trasladó a
Cafarnaúm, cerca del lago de Galilea, como para indicarnos que si la voz del Bautista
ús, que nos sugiere
la aparición de una nueva vida para todos aquellos que vivían rodeados por las
tinieblas, inspirándose en el texto del profeta Isaías que hemos proclamado en la
primera lectura.
Jesús es la luz que ilumina. Se trata de una luz que nos invita a no dejarnos enredar
por las redes de la comodidad y de la desilusión. Una luz que nos dice que bajo las
dad y el compromiso
de Dios a favor de toda la humanidad. Esta luz, sin embargo, no nos ahorra la toma de
decisiones, sino que nos permite avanzar, aunque lo tengamos que hacer en muchas
ocasiones a tientas, ya que "el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?",
como hemos cantado en el salmo responsorial. (Sal 26, 1).
Jesús, el hombre–Dios vivió y murió enseñándonos que es posible
manera, que es posible salir de la oscuridad. Y esa es la buena noticia para todas las
generaciones. Una noticia que encontramos resumida en la frase con que Jesús inició
su predicación: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos", es decir, el día
de su liberación está ya aquí, la luz, aunque que tenue, brilla ya entre vosotros.
Reflexionando sobre el segundo tema, el del seguimiento, vemos
caminando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y a su
hermano Andrés, que echaban las redes al agua. Más tarde se encontró con Juan y
Santiago, los hijos de Zebedeo, también pescadores. A todos ellos les llamó para que
lo siguieran. Y ellos, dejando las redes y las barcas, lo siguieron.
En el Evangelio, la llamada que Jesús dirige a los hombres y a
los tiempos es muy clara y muy contundente: "Venid en pos de mí y os haré
pescadores de hombres", y es importante darse cuenta de que esta llamada al
seguimiento ocurre en medio de la vida cotidiana. Por eso necesitamos estar atentos y
vivir el presente como un tiempo y un espacio grávidos de Dios, más allá de nuestra
tibieza, o de nuestras ilusiones y proyectos.
y sobre todo con su
manera de actuar y de vivir. Por ello, seguir a Jesús comporta la aceptación de un
destino que aquí y ahora es tan incierto y peligroso como fue el del Maestro, porque el
seguidor, es decir, nosotros, en su propio tiempo y en su propio lugar no es sino otro
Cristo.
Hermanos y hermanas, en todos los tiempos, en el de Jesús y en el nuestro, resuena
la misma llamada: ¡ven conmigo! Que la celebración de la Eucaristía nos ayude a
descubrir la luz que ya brilla en medio de nosotros y nos ayude a ser fieles a la
llamada recibida: ¡convertíos que el Reino de Dios ya está entre vosotros!