DOMINGO V (T. Ord.) Ciclo (A) (Mateo, 5, 13–16)
– Son múltiples, (y todas interesantes), las reflexiones que suscitan estas
preciosas metáforas de Jesús a sus discípulos, de la sal y de la luz.
“Vosotros sois la sal de la tierra; vosotros sois la luz del mundo”.
– Sto. Tomás de Aquino, coincidiendo con San Juan Crisóstomo, interpretan
estas imágenes de la sal y la luz, como dos metáforas que, aunque se
complementan, cada una tiene su específico mensaje:
a) La imagen de la sal, – dicen ellos – parece más dirigida al propio
apóstol, a esa necesaria autenticidad de vida que se exige al predicador
porque, sin esa coherencia, entre lo que se dice, lo que se predica, y lo que
se hace, el mensaje del predicador se desvirtúa como la sal insípida.
(Anécdota del Capellán y el soldado herido) Transcrita en 2ª página.
b) Sin embargo, la imagen de la luz, – inseparablemente unida a la de
la sal – parece más dirijida, a su misión de evangelizador: ser luz, que es lo
que se encomienda al apóstol. Y como, por el Bautismo, todos hemos sido
constituidos evangelizadores, ¡la imagen de la luz, nos incumbe a todos!
Todos hemos de ser luz y proclamar nuestra Fe desde todos esos
particulares “areópagos”, desde todas esas plataformas que a cada uno nos
depara la convivencia y las relaciones humanas de nuestra vida diaria.
Ser luz: un compromiso cristiano
– No debiera pasarnos desapercibido que, con la imagen de la luz, Jesús
deposita en nosotros una responsabilidad y un compromiso porque, si hasta
ahora, le habíamos escuchado decir: “Yo soy la luz del mundo”, en
referencia a su Persona, con esa imagen de la luz, con la que nos identifica a
los cristianos, Jesús da un paso sorprendente y muy comprometedor para
nosotros. ¡Nos constituye en portadores de su luz!:
“Vosotros sois la luz del mundo”, nos dice. Y esto no es un simple halago,
un piropo a los suyos. Es una responsabilidad por la que, delega en nosotros
la misión de ser, en adelante, con nuestras vidas, un eco de la luz de Cristo.
– Y concreta el Señor así ese expreso mensaje de compromiso cristiano:
“Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras
buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el Cielo”. G .Soto →
– Para algunos, ¡somos nosotros la única “Biblia” que pueden leer!
El capelán y el soldado herido
Un capellán se aproximó a uno, herido
en el fragor de la batalla y le preguntó:
+ ¿Quieres que te lea la Biblia?
– Prim e ro dam e agua, que te ngo se d.
El capellán le dio el último trago de su cantimplora, aunque sabía que
no había más agua en kilómetros a la redonda.
+ ¿Ahora?, preguntó de nuevo.
– Prim e ro dam e d e com e r, le suplicó.
El capellán le dio el último mendrugo
de pan que atesoraba en su mochila.
– Te ng o frío, fue el siguiente clamor.
Y el hombre de Dios se despojó
de su abrigo de campaña pese al frío que lo calaba y cubrió al
lesionado.
– Ahora sí, le dijo al capellán.
Háblam e de e se Dios que te hizo darm e
tu últim a agua, tu últim o m e ndrugo,
y tu único abrigo.
Quie ro conoce rlo e n su bondad.
¡Cuida cómo vives!
Podrías ser tú la única "Biblia"
que algunas personas puedan leer.
El capelán y el soldado herido
Un capellán se aproximó a uno, herido
en el fragor de la batalla y le preguntó:
+ ¿Quieres que te lea la Biblia?
– Prim e ro dam e agua, que te ngo se d.
El capellán le dio el último trago de su cantimplora, aunque sabía que
no había más agua en kilómetros a la redonda.
+ ¿Ahora?, preguntó de nuevo.
– Prim e ro dam e d e com e r, le suplicó.
El capellán le dio el último mendrugo
de pan que atesoraba en su mochila.
– Te ng o frío, fue el siguiente clamor.
Y el hombre de Dios se despojó
de su abrigo de campaña pese al frío que lo calaba y cubrió al
lesionado.
– Ahora sí, le dijo al capellán.
Háblam e de e se Dios que te hizo darm e
tu últim a agua, tu últim o m e ndrugo,
y tu único abrigo.
Quie ro conoce rlo e n su bondad.
¡Cuida cómo vives!
Podrías ser tú la única "Biblia"
que algunas personas puedan leer.