1ª semana de Pascua. Sábado:
Mc 16, 9-15
En esta semana de
resurrección,
Según los técnicos,
o se perdió la última parte del evangelio de san Marcos sobre las apariciones
de Jesús, o el mismo evangelista no concluyó su evangelio como los otros tres.
Parece ser que un discípulo, años después, con la inspiración del Espíritu
Santo, terminó el evangelio haciendo un resumen de las diferentes apariciones
que habían narrado los otros evangelistas.
Algo importantísimo
en las apariciones es testificar que los apóstoles y las otras personas, que
tuvieron la dicha de recibir tal gracia, tenían una total certeza de haber
visto a Cristo vivo y de haber recibido una energía espiritual que antes no
tenían. Interesaba grandemente quedar claro el hecho de que la idea de la
resurrección de Cristo no podía haber salido de la imaginación de los
apóstoles, aunque Jesús se lo hubiera dicho en varias ocasiones. Ellos nunca lo
habían creído ni habían puesto demasiada atención en ello, de modo que en los
evangelios nunca aparece que los apóstoles preguntasen a Jesús sobre la
resurrección, como le preguntaban sobre otros asuntos, como el sentido de las
parábolas o sobre la oración.
Por eso el
evangelista acentúa que, cuando María Magdalena les dice que ha visto a Jesús
vivo, no se lo creen. Y tampoco creen a los dos de Emaús. Por eso Jesús, cuando
se presenta ante ellos, les recrimina el hecho de no haberles creído. Jesús con
su gran bondad les da la oportunidad de tocarle y hasta come con ellos. Así,
para los apóstoles la realidad de la resurrección del Señor será una certeza
que les llegará al corazón hasta estar dispuestos a dar la vida por dicha
verdad.
Y esto es lo que
nos quiere representar la primera lectura de este día. Pedro y Juan habían sido
apresados y llevados como reos ante el Sanedrín. Para un israelita normal el
Sanedrín era lo más grande y lo normal era sentirse muy humildes ante tan gran
cámara. Pero Pedro y Juan se sienten llenos de la fuerza del Espíritu Santo y
proclaman clara y abiertamente la verdad de
Ese reproche de
Jesús a sus apóstoles, sobre el no haber creído a quienes le
han visto, en parte nos lo puede hacer a muchos de nosotros. Queremos que Dios
nos haga ver y palpar; pero en esta vida al andar en fe, caminamos, en parte,
en oscuridad. Sin embargo la fe es certeza para quien ha llegado a amar a
Jesús, que vive en nosotros y en su Iglesia. Y quien se deja guiar por el
Espíritu sabe que esa presencia es tan real como lo que se ve y se siente.
Y como la verdad de