CUARTO DOMINGO DE
CUARESMA, CICLO A
(Samuel
16:1-6.10-13; Efesios 5:8-14; Juan 9:1-41)
Hace poco una película nueva llamada “Silencio” estremeció a muchos
católicos. La historia tiene lugar en Japón hace tres cientos años.
Los misioneros jesuitas han convertido a muchos campesinos al
catolicismo. De hecho, hay tantos católicos indígenas que las autoridades
se preocupan de la pérdida de su control sobre el pueblo. Deciden que van
a poner alto a la religión nueva por presionar a los misioneros a abandonar la
fe en Cristo. Su estrategia no es torturar a los jesuitas sino a los
campesinos. Dicen a los misioneros que sus verdugos van a crucificar y
decapitar a los cristianos hasta que ellos pisoteen una imagen de Cristo.
(Este acto significaría su rechazo del Señor.) Un jesuita no puede
aguantar más a ver a los inocentes sufriendo. Aun piensa que escucha la
voz de Jesús diciéndole que haga sacrilegio de su imagen. ¡Y lo hace!
¿Es héroe o cobarde este jesuita? ¿Deberíamos aplaudirlo o
criticarlo? Podemos preguntar también: ¿Es el misionero como el hombre
nacido ciego en el evangelio hoy o como los fariseos? Muchos pensarán que
es héroe porque está dispuesto a sacrificar su fe por el bien de la
gente. Dirán que el malito de pisotear la imagen es poco en
comparación a la pérdida de vida de los campesinos. Tal vez quieren
añadir que Jesús vino para entregar al mundo de la muerte, no para aumentar el
número de los muertos.
Pero nosotros diferiremos de esta opinión. Sabemos que Dios es el
sumo bien. Tener a Él es más beneficioso que tener la vida biológica. Por
sufrir el martirio en imitación de Jesucristo los campesinos están escogiendo a
Dios para la eternidad. Son como el hombre nacido ciego que ha llegado a
una fe fuerte. Después de que Jesús le restaura la vista, se hace en su
defensor. Cuando los fariseos acusan a Jesús a ser pecador, el hombre lo
defiende como haber venido de Dios. De hecho, sufre por causa de Jesús cuando
los fariseos lo echan de la sinagoga.
En contraste al hombre nacido ciego pero ya ve claramente, el misionero
en la película parece como si estuviera caminando en niebla. No ve a
Cristo como el salvador del mundo a lo cual jamás quiere abandonar. Como
los fariseos le falta la visión de confiar en Jesús como el mensajero de Dios
cuyas palabras guían a la gente a la vida eterna. No le entiende cuando
dice: “No hagan resistencia al hombre malo”, está refiriendo especialmente a
estos casos de persecución. No se da cuenta de que es necesario que
suframos con Cristo para reinar con él en la vida eterna.
Muchas veces pensamos en los fariseos como los peores villanos en el
mundo. Los vemos como si fueran soldados de ISIS cometiendo atrocidades
contra el pueblo. Pero no son tan malos. Su dificultad no es tanto
el odio sino el cierre de la mente. Como el misionero en “Silencio”, no
entienden que Dios se les ha acercado en modos nuevos. Ya Dios les pide
la fe en Su hijo Jesucristo lo cual les promete la eternidad en retorno.
Una vez nos faltaba la
visión como si fuéramos ciegos. Buscábamos la felicidad en uno de los
dioses de este mundo – la plata, el prestigio, el placer, y el poder. Pero,
como al hombre nacido ciego, Cristo nos ha abierto los ojos. Ya sabemos que
él es el único camino a la felicidad verdadera. Nos guiará a Dios si
tenemos el valor para seguirlo aún por el sufrimiento si es necesario.
Nos guiará a Dios si tenemos el valor para seguirlo.