Jueves, 3 de Mayo,
S. Felipe y Santiago el menor: Jn 14, 6-14
Hoy celebramos en
De san Felipe encontramos en el
evangelio cuatro momentos, además de la llamada a los doce. Era de Betsaida, lugar junto al lago de Genesaret,
de donde eran otros apóstoles. Un día, quizá por las orillas del lago, Jesús le
llamó y aceptó seguirle. Es posible que antes fuera discípulo de Juan Bautista.
Felipe se entusiasmó. Parece que era entendido en las Escrituras, hombre bueno y
sencillo. El hecho es que fue en busca de su amigo Natanael
y le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés y los profetas”.
Siguió a Jesús y parece ser que Jesús confiaba en ese hombre sencillo,
calculador, pero ingenuo, con quien se podían hacer ciertas bromas. Así Jesús,
cuando iba a hacer el milagro de la multiplicación de panes y peces, le
preguntó a Felipe sobre cuántos panes harían falta para alimentar a aquella
gente. Y Felipe calculó inocentemente: Harían falta más de doscientos denarios.
Parece que el nombre de Felipe era
griego y es posible que entendiera esa lengua. El hecho es que en la entrada
triunfante en Jerusalén unos griegos querían ver a Jesús y para ello acudieron
a Felipe, quien, uniéndose con Andrés, les llevaron a Jesús. Hoy el evangelio
nos trae la última intervención de Felipe. Fue en
Santiago era hijo de Alfeo. Se le llama
el Menor para distinguirlo de Santiago, el hijo de Zebedeo y hermano de san
Juan Evangelista. Se le llama también “hermano” de Jesús por cierto parentesco,
quizá muy cercano. Por ello, después de la muerte de Jesús, la primitiva
comunidad le tuvo en mucho aprecio y quedó como jefe de la iglesia primitiva de
Jerusalén. En el evangelio sólo se le nombra en las listas de los doce; pero su
relevancia comienza después de la muerte y resurrección de Jesús. San Pablo le
nombra como uno de los principales testigos de la resurrección de Jesús, y,
cuando después de convertido, debía Pablo presentarse a los apóstoles, tuvo
mucho interés en hablar con Pedro y Santiago.
Parece ser que Santiago era un hombre
recto, de ideas muy tradicionales, formado en el judaísmo tradicional, ideas
que quería conjuntar con el nuevo cristianismo en el concilio de Jerusalén, que
él mismo presidía con san Pedro. Al fin aceptó lo más conveniente para los
judíos convertidos y para los paganos que no conocían la ley de los judíos. Era
tan piadoso, que los mismos judíos le llamaban “el justo”. Cuando san Pedro
marchó a evangelizar a otras regiones, Santiago quedó como obispo o responsable
de la cristiandad de Jerusalén. Murió mártir por los judíos fanáticos.
Escribió una carta, que aparece en el Nuevo
Testamento. Proclama el Reino de Dios como reunión de la humanidad. Habla
contra los pecados de la lengua y sobre todo dice palabras fuertes contra los
ricos que maltratan a los pobres, insistiendo que la fe no sirve si no hay
obras de justicia.
A san Felipe y Santiago se les celebra
juntos, pues los cuerpos de ambos fueron llevados del Oriente a Roma, huyendo
de una posible profanación hacia el siglo 5º o 6º. En honor de ambos se
construyó una iglesia, que luego fue basílica.