«toda vocación es misionera»

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

para el Cuarto Domingo de Pascua

[7 de mayo de 2017]

 

Cada año en este cuarto domingo de Pascua rezamos por las vocaciones. «Vocación» quiere decir llamado y en la vida de cada varón y mujer hay un llamado a estar en comunión de amor con Dios. En este domingo celebramos la «Jornada mundial de oración por las Vocaciones» y oramos especialmente por las vocaciones sacerdotales y consagradas. Anualmente el Papa nos envía una carta que este año se denomina: «Empujados por el Espíritu para la misión».

El texto del Evangelio de este domingo [Jn 10, 1-10], nos ayuda a comprender la importancia de orar por las vocaciones sacerdotales y consagradas, y a ahondar en esta imagen de Jesús, como Buen Pastor: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia».

El mismo Señor eligió a los Apóstoles de entre los discípulos para que sean sus sacerdotes y apacienten sus ovejas. En este sentido es bueno recordar el diálogo entre Jesús y Pedro: «Simón, hijo de Juan ¿me amas?, Señor tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero. Entonces Jesús le dijo, apacienta mis ovejas» [Jn 21,17].

Hoy también seguimos necesitando que haya jóvenes que quieran donar sus vidas a Dios y a sus hermanos, respondiendo al llamado que Dios les hace a la vida sacerdotal o consagrada.

Si bien estas vocaciones específicas como el sacerdocio o la vida consagrada siempre han revelado más intensamente la presencia de Dios, hoy son especialmente necesarias. Son un signo orientador para una sociedad excesivamente materialista y pragmática. En definitiva la solución a un tiempo marcado por distintas crisis, no pasa por el solo aumento de «tecnología de avanzada» o la «credibilidad de los mercados», sino en la multiplicación de gente creíble que quiera vivir una mayor comunión con Dios y considere a cada hombre su hermano, generando una cultura más solidaria.

El Papa Francisco en el mensaje que nos envía para esta jornada mundial de oración por las vocaciones nos dice: «Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad. Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio. El discípulo, en efecto, no recibe el don del amor de Dios como un consuelo privado, y no está llamado a anunciarse a sí mismo, ni a velar los intereses de un negocio; simplemente ha sido tocado y transformado por la alegría de sentirse amado por Dios y no puede guardar esta experiencia solo para sí: La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera.

Por eso, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor.

Aunque experimentemos en nosotros muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria. No hay lugar para el temor: es Dios mismo el que viene a purificar nuestros “labios impuros”, haciéndonos idóneos para la misión: “Ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?”. Contesté: “Aquí estoy, mándame” [Is 6,7-8]».

Este domingo vocacional es una oportunidad para que cada uno de los sacerdotes y consagrados, demos gracias a Dios por nuestro llamado. Desde ya que ninguno de nosotros es digno de este maravilloso don de Dios, fruto de su Amor. Como en toda vocación, cruces no faltan, pero Dios es providente y nos acompaña con predilección, para que nuestra vida esté cargada de sentido.

Quiero pedir a todas las comunidades que intensifiquen la oración por las vocaciones, y a los jóvenes y a las jóvenes, que vivan a fondo su vocación cristiana, y si Dios los llama al sacerdocio o a la vida consagrada, no se achiquen, que Dios no abandona.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

Mons. Juan R. Martínez, obispo de Posadas