5ª semana de Pascua. Domingo A: Jn 14, 1-12
Estamos en tiempo de
Pascua, tiempo en que por la vivencia de Cristo Resucitado nos sentimos
impulsados hacia la esperanza y la alegría en nuestra fe. Hoy
En nuestra vida encontramos
muchas personas desorientadas y angustiadas por los acontecimientos y por los
sinsabores de la vida. Nosotros mismos a veces nos sentimos turbados. Es
necesaria la fe y la esperanza. Fe en Jesús, que es lo mismo que tener fe en
Dios, que es Padre bueno, que está con nosotros. Esperanza en Jesús que ha
resucitado para prepararnos un lugar en el cielo. Claro que para ir allí hay
que seguir el verdadero camino. Así se lo decía Jesús a los apóstoles; pero
Tomás, el hombre práctico, se vuelve a Jesús y le dice que cómo van a seguir
ese verdadero camino, si no conocen cuál es el camino. La fe o creencia en
Jesús no tiene porqué ser ciega y sentimental, sino que debe ser razonada:
Aunque no entendamos muchas cosas, por lo menos entendemos que no lo podemos
entender. El hecho es que a Jesús le agradó la pregunta, pues contestó con una
de esas frases muy importantes en el evangelio: “Yo soy el camino, la verdad y
la vida”.
El domingo pasado nos decía
Jesús que era la puerta. Hoy nos dice que es el camino. Es algo muy parecido.
El camino es un medio para llegar a la meta, al destino. En nuestro caso es la
manera de llegar a la plenitud de la vida. Si esto nos lo dijera otra persona,
sería algo falso y pretencioso. Dicho por Jesús, sabemos que es la verdad,
porque es Dios igual al Padre y es Amor hacia todos nosotros.
Ser camino significa
que si vivimos como Jesús vivió y si amamos como El, un día podemos llegar a la
casa del Padre. Para todos los desorientados Jesús con su vida les enseña el
camino. Desgraciadamente hay muchos falsos profetas que pretenden desorientar.
Jesús es el único camino, el amor. Aunque luego en la práctica también podemos
decir que hay muchos caminitos para ir a Dios, como hay diferentes culturas o
maneras de ver la vida. Todas deben pasar por el sentido del servicio por amor.
Si Jesús es el camino es
porque es la verdad. Hay mucha gente dominada por la mentira, el engaño,
la corrupción. Jesús es la palabra del Padre, que quita las tinieblas del alma
y nos da la luz. Y para que este camino lo podamos seguir con energías, Jesús
se presenta como la vida. Él resucitó triunfando sobre la muerte. Él
había dado su vida para recibirla gloriosa y para que nosotros podamos tener la
vida eterna.
Esta vida, que esperamos
tener en plenitud un día, ahora vamos adquiriéndola por medio de los
sacramentos y por medio de la palabra de Dios, donde encontramos la verdad, que
es Jesús. Él, que es camino, verdad y vida, sigue a nuestro lado en nuestro
caminar de cada día. Es nuestro amigo que vive con nosotros y con quien podemos
conversar cuando queramos y que nos espera en el cielo.
En nuestra vida espiritual
y en nuestra acción apostólica hay que desterrar todo desánimo o desconfianza o
pesimismo y tristeza. Este pensamiento de poder ir un día a la casa del Padre
cambia totalmente el sentido de la muerte y por lo tanto de la vida. Sólo
tenemos que esforzarnos por conocer más a Jesucristo, su vida y su mensaje,
para seguirle con todo nuestro corazón y vida. Esta es nuestra fe: creer en Jesús,
que es creer en Dios. Ser cristiano es vivir en plenitud como hijos de Dios. Si
así vivimos, seremos testigos para otros de Jesús, que es camino, verdad y
vida.