31 de Mayo. Visitación de María
a su prima Isabel: Lc 1, 39-56
En muchos lugares el mes de
Mayo es el mes dedicado a María. Terminando el mes, desde hace varios años se
celebra esta fiesta de
María se había enterado,
por medio del ángel de
El encuentro es alegre y
vivificante. Es un ejemplo de comunicación y acogida entre dos mujeres de
diversa edad y ambiente, pero con un gran amor. Cada una lleva en sí un secreto
difícil de comunicar. A Isabel le costaría descubrirlo a causa de la edad, de
la novedad o extrañeza. Por eso nos dice el evangelio que había vivido esos
meses escondida en la soledad. El secreto de María era más difícil de explicar,
aunque la gustaría compartirlo con alguien que pudiera comprenderlo. Por eso
comenta alguno que partió “con prisa”, por esa necesidad de compartir su
secreto, y su prima era la persona que podía ser adecuada para ello. Luego
sería el Espíritu Santo quien lo revelaría a Isabel y así, con el gozo de Dios,
pudieron compartir tales maravillas.
La primera en saludar fue
María. Con ello rendía honor a su prima, quien se siente descubierta; pero al
mismo tiempo, inspirada por Dios, exclama: “Bendita tu entre las mujeres”. Y al
hijo que lleva María le llama: “mi Señor”. Podemos imaginar el entusiasmo y al
mismo tiempo estupor de María al verse descubierta, pero también amada y
honrada. Siente que su fe en la palabra de Dios ha sido reconocida.
Hay otro aspecto espiritual
en este suceso de
Como respuesta a las
palabras de Isabel, María alaba a Dios. Es muy difícil decir que esas fuesen
exactamente las palabras de María; pero sí indican sus sentimientos. María
proclama las grandezas del Señor. María nos enseña que la verdadera humildad no
es el hecho de rebajarse, aunque muchas veces lo tengamos que hacer, sino el
reconocer que todo lo que tenemos es de Dios, porque nos ama. Nuestro
sentimiento principal en la vida será reconocer que Dios está en todas las
partes, también dentro de nosotros mismos, y lo está por amor y con amor. Lo
más grande que podemos hacer es reconocer los dones interiores que no vemos y
los dones exteriores, que vemos en la naturaleza. Todo indica el poder y la
majestad, y el amor de Dios.