10ª semana del tiempo
ordinario. Lunes: Mt 5, 1-12
Comienza hoy
Jesús comienza con la
proclamación de las bienaventuranzas. No son mandamientos, sino actitudes de
comportamiento o manera de vivir. Y comienza con una realidad que todos
deseamos: la felicidad. Todos queremos ser felices. Lo que Jesús nos dice es
que muchas veces equivocamos el sentido de felicidad o buscamos una felicidad
demasiado transitoria, como es la del mundo. El hecho es que Dios nos ha creado
para ser felices. De otra manera Dios no sería Padre bueno o no sería
todopoderoso.
En el evangelio de san Juan
aparece en varias ocasiones esta diferencia u oposición entre el mundo con su
manera de pensar y la manera de pensar y vivir de Jesús y sus discípulos. No es
fácil comprenderlo. Se necesita la gracia de Dios y
muchas veces aun los dones del Espíritu Santo. Jesús nos habla de una felicidad
actual con una promesa de una felicidad superior.
La primera bienaventuranza,
“felices los pobres de espíritu” o en el espíritu, es como un resumen de todas
las demás. Todos debemos ser pobres de espíritu, los que tienen dinero y los
que no lo tienen. Por lo tanto significa “desprendidos”. Esto es porque hay
mucha gente que no tiene dinero, pero tienen el corazón apegado al dinero y a
las cosas de esta vida. Y hay gente, que tiene bastante dinero, y no está
apegado a ello. Pero esto es mucho más difícil. Por eso en el evangelio de san
Lucas Jesús se fijará en esta circunstancia externa y exclamará: “Dichosos los
pobres”, los que no tienen dinero, porque están más preparados para ser pobres
de espíritu.
Esto quiere decir que si
uno desea verdaderamente ser pobre de espíritu, debe tender también a ser pobre
de verdad, como manera normal de vivir. Es algo así como los religiosos que,
como ideal, buscan cumplir el voto de pobreza.
Esto no es sólo para mejor cumplir
el evangelio, sino para mejor imitar a Jesús en su vida. De hecho hay algo
esencial en nuestra vida cristiana y es la relación que debemos tener con Dios,
confiando siempre en Él. Es una actitud de estar en las manos de Dios. Y si así
vivimos, Dios nos sostendrá para vivir en la felicidad eterna y muchas veces
sentir esa felicidad ya en esta vida.
En cuanto a las demás
bienaventuranzas, no es que diga Jesús que uno es feliz por el hecho de llorar
o ser perseguido, por ejemplo. Se trata de la actitud de perdón o de sentir
estar con Dios en los momentos en que parece que todo nos va bien o en los
momentos en que las cosas materiales nos son adversas.
Las bienaventuranzas están
plenamente unidas con el mandamiento del amor, que además de mandamiento es una
actitud constante del cristiano. Si uno busca ser pobre de espíritu es porque
el amor a Dios nos invita a sentirnos en sus manos ahora para estar plenamente
en sus manos durante la eternidad. Y están unidas al amor al prójimo, porque
ser desprendido es lo contrario al egoísmo.
Ser manso es lo contrario
al que usa la violencia. De hecho manso es el que se violenta a sí mismo para
no violentar a los demás. Por eso busca la paz y por eso es misericordioso con
todos. Esta misericordia es necesaria sobre todo para perdonar.
Jesús promete el “Reino de
los cielos”. Un día será en la eternidad; pero aquí el Reino de Dios está ya
dentro de nosotros y quien está con Dios sabe estar alegre cuando las cosas van
bien y cuando parece que van mal.