12ª semana del tiempo
ordinario. Martes: Mt 7, 6. 12-14
Estamos ya casi terminando
el sermón de la montaña. Ahora Jesús les da a sus discípulos tres
recomendaciones. La primera es una sentencia prudencial sobre la transmisión
para otras personas de tantas cosas hermosas y buenas, que les ha dicho y que
son como perlas. Dice Jesús que no todo se debe decir a todos o de la misma
manera. En verdad que es una frase un poco difícil de entender. Parece ser que
se basa en un refrán popular que podía ser así: “no echar las perlas a los
cerdos o lo santo a los perros”. Para los judíos los cerdos y los perros eran
animales impuros. Aquí Jesús no se refiere a los paganos, como podría ser desde
el punto de vista de los judíos, sino a los que tengan una actitud de rechazo o
no valoran o desprecian el Evangelio, como hacen los cerdos con las perlas.
Ante una actitud tal de cerrazón la única postura posible es el silencio.
No se trata de faltar al
amor, sino de actuar con prudencia. A veces se manifiesta una insistencia
sectaria tal que lo único que causa es furor en otros. Por eso hace falta tacto
y delicadeza en la exposición del Evangelio. No es prudente provocar la
oposición con pretexto de decir la verdad. No es prudente decir, y menos
imponer, temas grandiosos de la fe a quien no está preparado y hay que tener
cuidado que lo sagrado no sea profanado. Ciertamente que el Evangelio y lo
divino es para todos, pero hay personas o grupos que no están en condiciones de
entender y recibir. No hay que entenderlo en sentido de superioridad, sino que
es una invitación a la prudencia.
La segunda recomendación es
una ley que resume todas las leyes: es la regla de oro del cristiano: “Haz a
los demás lo que quieras que te hagan a ti”. Resume todo lo que se había dicho
en el Ant. Testamento, que es lo que significa “
La tercera recomendación es
esforzarse por pasar “por la puerta estrecha”. Algunos piensan si Jesús quiso
decir que eran pocos los que se salvan. Una vez que se lo preguntaron, Él no
quiso responder. Ahora lo que nos dice es que el camino de la vida es fatigoso
y doloroso. No habla sobre lo que pasará al final, sino lo que está ocurriendo
en el tiempo presente. Y lo que pasa es que la mayoría se va por el camino de
la mediocridad, por el camino fácil de las tendencias mundanas, mientras que
los que siguen el camino que ha descrito en el sermón de la montaña, los que se
quieren integrar plenamente al Evangelio, son pocos. No es que Jesús sea
pesimista, pero aquí hace una advertencia grave. La puerta estrecha significa
que la propuesta del cristianismo es bastante exigente, pues hay que renunciar
al egoísmo, y si queremos lograr una sociedad como Jesús quiere, son necesarios
esfuerzos y sacrificios.
En este mundo en que la
corriente arrastra hacia la comodidad, es difícil seguir el camino de Jesús:
saber perdonar, no juzgar, sufrir en silencio las injusticias. Sabemos que
muchos se ríen al oír estas grandes verdades. Es como echar perlas a quien no
sabe apreciarlas. Por eso hay que tener paciencia y mucho amor.