D O M I N G O XIII
( A )
Supremacía
del amor a Dios. Garantía de ese amor: el amor al prójimo |
- Las palabras de Jesús, en el Evangelio de hoy, nos
muestran la radicalidad de la vocación cristiana. ¡A Jesús hay que seguirlo sin
componendas! Y esta radicalidad se manifiesta
en el más noble de los sentimientos: EL AMOR.
1º) El Señor, con una
exigencia extrema, que puede sorprender, pero que está llena de lógica, nos da
los criterios sobre esas características que ha de tener nuestro amor a El:
- Ha de ser
supremo. Hemos de “amar a Dios sobre todas las cosas”
- El amor a Dios no puede estar
supeditado a nada ni a nadie. Ni siquiera a los amores más legítimos de la
tierra.
- Mirando las cosas desde la Fe, esta escala de valores que
se nos propone, está llena de sentido común y de sentido sobrenatural.
Calderón, en su
famoso Auto Sacramental: El gran teatro del mundo, nos dejó patente esa supremacía del Amor a
Dios, en este estribillo, repetido a lo largo de su Obra: “Ama
al otro como a ti, y haz el bien, ¡que Dios es Dios!
- Hoy, que en el argot popular,
tanto se repudia el fundamentalismo, y con razón, hemos de recordar, sin
embargo, que, sí hay un fundamentalismo legítimo: el que puede
ejercer Dios sobre sus criaturas. Sólo El es
- Cuando
el hombre, ofuscado, se olvida de este orden jerárquico en la práctica del
amor: “Amar a Dios sobre todas las cosas”, cae en una especie de endiosamiento o esquizofrenia que, “le
hace indigno de El”, (en frase de Jesús, en el Evangelio de hoy).
2º) En la segunda
parte del Evangelio el Señor nos expone, una vez más, la infalsificable forma
de demostrarle nuestro amor, mientras estamos en la tierra: A través del amor a nuestros semejantes. “El
que dé de beber…”
- ¡Que
bien nos vendría, de vez en cuando, recordar esta sencilla fórmula de ejercitarnos en el amor a Dios! Si los cristianos nos decidiéramos a
practicarla, ¡cambiaríamos la faz de este mundo! Guillermo
Soto
Ama al otro como a ti, |
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y obra bien, que Dios es Dios. |
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