Cuéntame tu historia

 

“Tiene que haber una luz/ entre la noche más espesa/ tiene que haber algún país/ donde no exista la tristeza”. Prender esa luz, construir ese país, deben ser hoy, metas de la nueva humanidad. En medio de tanta información y de tantos medios de comunicación que nos atiborran, nos encontramos solos, a oscuras y en medio de la desorientación más abismal. El encuentro, la relación fraterna, amistosa son principios de solución.

Nuestro lenguaje se ha vuelto lacónico. Difícilmente nos miramos. Establecer una comunicación se ha vuelto arte de magia. Somos fichas, números, piezas de pizarrón. Ignoramos al Otro/a, desconocemos sus necesidades, pasamos por alto ante su dolor, incluso, después compartir momentos importantes. El mismo Eliseo desconocía la infertilidad de su anfitriona. En escucha y en silencio hay que permitir contar su historia.

Jesús parte de la simplicidad de un vaso de agua para entretejer nuestras pequeñas historias. Que son así, simples, pequeñas, hasta humildes, pero cargadas de la complejidad que da la trama de nuestra complicidad con el mundo de mentiras y de engaños en que vivimos. Deshilvanar cada historia, es decir, cada vida, exige la transparencia del agua pura que baja desde la altura y se sirve a la mesa como invitación de cordialidad más franca.

En la escuela del discipulado nos contamos nuestras historias. Vivimos nuestras opciones como una construcción permanente de la gran historia, la de Jesús, la del Reino. Cada ser humano añade un capítulo a esta Gran Historia. Desde lo más pequeño del dolor humano, desde aquella realidad existencial todavía sin develar y cada día más agudizada por el silencio, vamos abriendo el telón de una humanización en sentido pleno, en la escucha, en el encuentro, en el compartir generoso, en el seguimiento renovado y transformado.

Cochabamba 02.07.17

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com