Quienes siembran Cizaña1

 

Fácilmente nos constituimos en jueces. Y el bien y el mal lo sopesamos según medida de  nuestro corazón, la mayoría de las veces, mezquino, partidista, intolerante. Tendencias, opciones y hasta convicciones de orden político, cultural, social y religioso obedecen en su estricto rigor a un pacto entre mente y corazón que define fronteras, interlocutores, marco ideológico que sella definitivamente nuestras relaciones y convivencia.

Esto  nos ha convertido en islotes, grupos fanáticos y fundamentalistas que buscan imponer un cambio ajustado, sin posibilidades de alternativas, a su rigorismo y estrechez de mente. Y se  ‘justifican’ los  medios: Hasta matar, destruir el patrimonio histórico, negar el derecho a la vida, a las diferentes identidades de cultura, género, religión. Nuestro mundo  con tantas posibilidades de convivencia, se torna en terrorismo,  miedo, guerra, destrucción.

Jesús nos aproxima a una solución simple pero contundente sobre esta realidad: Tenemos qué prescindir de ser Jueces y aceptar la convivencia con todas nuestras limitaciones, diferencias, tolerancias. Aceptar a la otra persona si no mejor, al menos igual. Aceptar que el bien y el mal pueden coexistir y que la perfección nuestra queda lejos cuando miramos a nuestro alrededor y comprobamos las virtualidades de los demás.

Jesús da otro paso: El bien y el mal conviven en nuestras vidas, sistemas, realidades. Querer separarlos radicalmente constituye la destrucción de ambos. Dejarlos crecer juntos permite, en su momento, la cosecha y cada uno podrá distinguirse por sus frutos. Quienes siembran la cizaña lo hacen en la oscuridad. Son hijos de las tinieblas. El bien en cambio, lleva en su propia identidad, la claridad, el fuego apasionado, la luz del día.

Cochabamba 23.07.17

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com