COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Domingo décimo quinto durante el año, Ciclo A
Evangelio según San Mateo
13,1-23 -forma breve- (ciclo A)
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se
reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella,
mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente
por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir
las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en
seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se
quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y
estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto:
unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!".
¡HAGAMOS LA
PRUEBA!
Este Evangelio nos habla de la importancia de la
Palabra; la Palabra de Dios que nos habla, que nos convoca, que nos reúne; que
habla a nuestro corazón y requiere una respuesta. Como buenos discípulos
debemos aprender nuevamente a estar atentos en la escucha de la Palabra.
Sabemos que en nuestra vida hay muchos ruidos, mucha dispersión, muchas
tensiones, y bastantes distracciones que muchas veces no sabemos cómo
recogernos, cómo retomarnos; corremos, corremos, corremos y por eso nuestra
vida se torna superficial e infecunda
Creo que debemos retomar y poner ciertos gestos y
actitudes en nuestra vida: el silencio, la pausa, una respiración profunda, una
atenta lectura de la Palabra de Dios, una profunda meditación, reflexión, luego
una disponibilidad y una respuesta. Como ven, es un trabajo espiritual y a
veces no estamos en condiciones de llevarlo a cabo. Y porque no lo llevamos,
nuestras respuestas son efímeras, mediáticas, superficiales y casi nada de
profundas.
Es importante volver a escuchar y leer con
detenimiento la Palabra de Dios para poder dar nuestra respuesta ¡hagamos la
prueba! La Palabra de Dios nos reúne, nos convoca, le preguntamos y Él nos
responde. Esa palabra, ese mensaje, no tiene que tocar solamente cosas externas
de nuestra vida, ¡tiene que tocar nuestra existencia!
La Palabra es viva, eficaz y vital. Tiene que tocar
nuestra vida; tiene que conmover nuestra existencia. No debemos quedarnos del
lado de afuera. Debemos dejar que la Palabra entre en nuestro corazón y desde
ahí dar una auténtica y profunda respuesta.
Trabajemos espiritualmente y recordemos que Dios
nos habla pero reclama y requiere nuestro aporte y respuesta personal. La voluntad de amor y el
amor apoyado en la voluntad.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén