COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
décimo sexto durante el año
Evangelio según San Mateo
13, 24-43 -forma breve- (ciclo A)
Jesús propuso a la gente otra parábola: "El Reino de
los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero
mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se
fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la
cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor,
¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en
él?'. Él les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron:
'¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al
arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que
crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen
primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo
en mi granero'"(…)
PACIENCIA
DE DIOS
¡Qué simple pero qué real! El buen trigo y la cizaña. La
cizaña puede venir de afuera, cuando otro te puede sembrar la duda, te puede
perturbar, te puede ensuciar, desestabilizarte o tentarte en muchas cosas; pero
también es cierto que la cizaña puede salir de lo más profundo de nuestro
corazón. Por eso el ser humano siempre es un misterio de luces y sombras, cosas
buenas y también algunas cosas negativas.
Frente a esta constatación, esta tensión, esta dualidad,
no ontológica -pero sí una tensión entre lo bueno y lo malo, la verdad y la
mentira, la gracia y el pecado- está la paciencia de Dios enfrentada a nuestra
impaciencia. Paciencia de Dios que espera hasta el final y nuestra impaciencia
donde no soportamos ver el error en otros, o no soportamos ver nuestras propias
fragilidades; es así que frente a esta visión negativa uno sucumbe, pierde la
esperanza, pierde la constancia y pierde la perseverancia. Es importante la
actitud de paciencia de Dios y también de nuestra perseverancia.
El perdón de Dios viene siempre, vence siempre, viene
para todos, no excluye a nadie y ningún pecado puede romper el puente de la
misericordia de Dios. Como decía San Juan XXIII “Dios es la dulzura y esa es la
plenitud de la fuerza”, también nosotros tenemos que ser suaves y dulces con
nuestros hermanos. Recordando a San Francisco de Sales: “una gotita de miel
reúne más que un tonel de vinagre”
Pidamos al Señor sabiduría, paciencia, pero siendo
conscientes que todos tenemos un regalo, un don, y además una respuesta y una
responsabilidad. Que prevalezca en nosotros el bien y vaya disminuyendo
considerable y notablemente el mal en nuestras vidas.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén