COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires )

Décimo séptimo durante el año, Ciclo A

 

Evangelio según San Mateo 13,44-52  (ciclo A)

Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".

 

EL TESORO

 

Discípulo es aquel que en su vida encuentra a Jesús y encuentra un TESORO; se involucra, se compromete, es como una perla fina, una perla preciosa; se compromete y toma decisiones. La cercanía del Reino está revelada y presentada fundamentalmente en Jesucristo. Él es quien nos muestra el Rostro del Padre, la misma realidad entre el Hijo y el Padre por medio del Espíritu; quien lo ve a Él ve al Padre, Él nos trae el Reino y lo demás se nos dará por añadidura.

 

El discípulo tiene que seguirlo, tiene que comprometerse, tiene que “ponerse la camiseta”, tiene que involucrarse; no puede ser pasivo, tiene que tener una respuesta decidida y activa. Porque falta convicción hay poca misión. Cuando haya convicción habrá una abundante misión. Por eso es importante el descubrimiento de este TESORO, este regalo, este don, porque es el Reino que viene. La Iglesia participa del Reino, pero no es el Reino.

 

En la Iglesia todos somos peregrinos, estamos en camino, como que de alguna manera estamos ligados pero que no nos podemos reducir mutuamente. El Reino es aquello que nos trasciende pero que ya está, que hay que buscarlo, encontrarlo -uno lo encuentra en la Iglesia porque está el Cuerpo de Cristo- pero mientras peregrinamos estamos en camino y por eso hacemos más creíble a la Iglesia, o la empobrecemos, o la debilitamos con nuestros pecados, nuestras omisiones, nuestras falta de respuesta, nuestra falta de madurez. ¡Con tantas cosas que podemos hacer bella a la Iglesia, a veces la afeamos y la debilitamos! Por eso tenemos que seguir siempre al Reino, a Cristo, en la Iglesia, y recordar también que no hay un Cristo sin Iglesia ni una Iglesia sin Cristo, ya que Cristo se consagró y dio su vida por ella.

 

Hoy pedimos que, como discípulos, no vivamos de un modo aburrido, sino que nos destaquemos y seamos capaces de encontrar el TESORO que toca nuestra existencia, nuestra vida y nuestra respuesta. Y habiéndolo encontrado, podamos dar vida y vivir con entusiasmo todos los momentos de nuestra existencia. ¡Que el discípulo convencido se convierta en un discípulo misionero!

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén