Hambre
y mucha hambre
Se
nos vino encima el hambre como epidemia en muchas gentes y pueblos enteros.
Guerras, violencias, injusticias, desertización, muchas causas más que obligan
a emigrar, a buscar la comida aún en los botaderos de basuras o a esperar que
los restaurantes saquen sus sobras en las horas de la noche para lanzarse sobre
ellas como botín sagrado. Hay hambres y muchas hambres: Quienes no tienen nada
y quienes sufren por no tener hambre.
El
hambre apenas es un efecto. Los sistemas políticos, la acumulación de bienes
por parte de sectores llamados “privilegiados” o sectores victimarios de la
humanidad hambrienta. ¡Y tantas hambres y tan pocos responsables! Nuestro mundo
tiene mucha hambre: De paz, de justicia, de verdad. Hambre de comunicación, de
relaciones humanas, de creatividad, de sentido de la vida. Hambre espiritual,
comunional, de respeto, de tolerancia, de alegría.
Isaías
nos alerta cuando dice: “¿Por qué gastan
dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura”? Estamos
aturdidos, embelesados con cosas inútiles, dañinas que estropean la salud, el
estado psíquico de las personas y que debilitan el cerebro, el crecimiento
normal, la familia, la salud, la vida. Nos quedamos con lo fácil, la
‘chatarra’, lo que deslumbra ante la vista, lo que
llena todos nuestros apetitos, pero destruye la existencia.
Jesus
dice: “Denles ustedes de comer”. Como
pidiendo primero el milagro de nuestra solidaridad, de nuestro servicio antes
del milagro de las mesas abundantes. Para qué tanta abundancia si no se
distribuye equitativamente, si no hay disponibilidad del dar y el recibir y,
por demás, si no cuidamos los recursos ampliamente garantizados para la
subsistencia del universo mundo sediento, hambriento, cansado, torturado por
tanta maldad humana.
Cochabamba 06.08.17
jesus
e.osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com