Los susurros de Dios

 

Somos conscientes de que hoy sufrimos una terrible e inaceptable dispersión. No logramos concentrarnos. Creamos mecanismos que  nos ayuden a vivir fuera de nosotros mismos en contextos cada  vez más dispersos donde el ruido se hace música y la música se torna estridente y los movimientos nos exprimen el alma, nos dejan exhaustos. Queremos olvidarlo todo para sentir la sensación de gozo, por lo demás esquivo e inexistente.

Necesitamos aprender a caminar hacia dentro. Dentro de nosotros mismos. Es la caminada más difícil, pero  la más gratificante para el Ser humano. Hablamos hoy de espiritualidad. Lastimosamente la confundimos con rituales, celebraciones, muchas de ellas ruidosas, frenéticas. La espiritualidad es la búsqueda apacible del corazón, es ir al encuentro de lo divino que nos habita desde siempre allá en lo más profundo de nuestro Ser.

El profeta Elías es llamado por Dios a una experiencia de espiritualidad. Este hombre tormentoso, violento hasta el fanatismo, busca a Dios en el viento huracanado, en la tormenta o en el fuego. Allí no está Dios… Sólo lo va a encontrar en la novedad: Dios es paz, levedad, silencio, gozo infinito, gratuidad. Y logra descubrirlo en el susurro, allí donde sólo se percibe la voz del silencio que se hace “música callada”.

Otra experiencia muy distinta es la de Pedro. Él y sus compañeros se enfrentan a un mar enfurecido: ¡Ronco mar, bravo mar! Y para colmo de males, ven un ‘fantasma’ que se aproxima a ellos. En medio de la tormenta se escucha la voz de Jesús: “¡Soy Yo, no teman!” Nuestra espiritualidad nos hace fantasmagóricos, asustadizos. Es urgente escuchar la voz interior que  nos llama a lanzarnos al combate diario sin dejarnos llevar por la duda.

Cochabamba 13.08.17

jesús e. Osorno g. mxy

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