. 19ª semana del tiempo
ordinario. Lunes: Mt 17, 22-26
En el evangelio de este día
Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección. Palabras parecidas encontramos
en Marcos y Lucas, pero con algún comentario. San Mateo expone este anuncio de
una manera escueta y sencilla. El único comentario es que los discípulos se
pusieron muy tristes.
Esta proclamación de Jesús
nos indica una estrecha relación entre la pasión y la resurrección. Jesús tiene
un gran interés en que veamos su gran amor hacia nosotros por medio de su
muerte. Pero también debemos comprender que la muerte debe llevar al triunfo
del amor.
Este anuncio les entristece
a los apóstoles. Aquí, como en otras ocasiones, aparece en los apóstoles un
cierto pesimismo: se fijan más en las palabras que se refieren a la pasión y a
la muerte. No se fijan en la parte del triunfo y la resurrección, porque son
más difíciles de entender. La vida cristiana debe estar llena de optimismo
porque Dios es nuestro Padre y todo debe terminar en triunfo y gloria.
Luego en el evangelio viene
el problema del impuesto que se pedía a los israelitas para el culto del
templo. La norma o costumbre era que los israelitas mayores de veinte años
debían colaborar con el mantenimiento del templo de Jerusalén. Había muchos que
estaban exentos, como los sacerdotes, algunos maestros de la ley y en general
los pertenecientes a la tribu de Leví, que eran servidores del templo.
Esto venía desde muy
antiguo. Para todos los demás se citaban diversas maneras de colaborar; pero en
el tiempo de Jesús se había establecido que debían ser dos dracmas, en moneda
griega, o dos denarios, en moneda romana, lo cual debían dar cada uno, una vez
al año. Se solía cobrar en el tiempo antes de
Estaba Jesús con los suyos
por Cafarnaún y allí había cobradores de este
impuesto, que era diferente del impuesto propio de los romanos. Y preguntaron a
los apóstoles, principalmente a Pedro, que era quien llevaba la “voz cantante”,
si Jesús pagaba el impuesto. Era quizá recordar, era exigir o era al menos
investigar. El caso es que Pedro responde que sí. Seguramente lo habría hecho
otros años antes.
Pero con esta ocasión el
evangelista nos trae un diálogo entre Jesús y san Pedro sobre la obligación o
no de pagar dicho impuesto. Jesús le dice que, si los sacerdotes, por servir al
templo, están exentos, mucho más lo estaría Él, por ser Hijo del Señor del
templo. Como no estaría obligado el hijo de un rey a pagar tributo a ese rey.
Pero una cosa es la obligación y otra lo que está bien.
Jesús va a pagar para
quedar bien con la gente, para no dar escándalo. Jesús “se rebajó” para ser uno
con nosotros y vivir nuestra propia vida. Y dentro de la vida están las
obligaciones sociales, en cuanto al Estado y en cuanto a
Lo de la moneda en el pez
parece un misterio. Usaban mucho los símbolos. Quizá, siendo el mar un símbolo
del mal, la lección es que hasta en el mal podemos encontrar monedas de
salvación, si vamos con la gracia de Dios.
San Pedro iba a encontrar
un estáter. Era ésta una moneda que equivalía a
cuatro dracmas, exactamente lo que Pedro necesitaba para pagar lo suyo y lo de
Jesús. Hay momentos que la vida parece que nos aprieta. Pongamos nuestra fe y
quizá la solución vendrá de la manera más inesperada, pero tranquilizante,
porque Dios lo que quiere es que vivamos en paz y difundamos la paz de nuestra
alma en medio de los quehaceres de cada día, los nuestros y los ajenos.