19ª semana del tiempo
ordinario. Miércoles: Mt 18, 15-20
Estaba hablando Jesús de la
oveja perdida y cómo hay que ir a recogerla, pues Dios no quiere que se pierda
ni el más pecador de la comunidad. Por eso todos somos corresponsables de la
suerte espiritual de nuestros hermanos. No se puede decir aquello que
Pero, como decía, hay que
hacerlo bien, lo cual no suele ser muy fácil. Lo primero que debemos tener en
cuenta es que es un acto de amor y de gracia. Por lo cual debemos invocar la
presencia del Espíritu Santo. Luego, debemos estar bastante seguros de la
maldad del hermano y de que podemos hacer algo con nuestra corrección. En caso
contrario debemos dejarlo en las manos de Dios y ayudar con la oración, que
siempre será lo primero, lo segundo y lo último. Digo que muchas veces es muy
difícil porque para una correcta corrección se necesita una buena formación
cristiana, que es lo que debemos anhelar y progresar cada vez más.
Jesucristo nos da unas
normas, que son importantes para seguir. Nos dice que la corrección fraterna
debe hacerse primeramente a solas con el hermano. Lo cual quiere decir que no
se trata de murmurar o criticar, como a veces muchos se contentan con hacer, ni de airear las faltas de los otros. Todos tienen
derecho a conservar su reputación y honor. La corrección es para salvar al
hermano, no para hundirle. Por eso debe hacerse con delicadeza, con prudencia y
justicia. Para ello el que corrige debe dar testimonio con su vida, porque el
ejemplo es lo que arrastra hacia el bien. Así que se debe ser benévolo y
respetuoso, de modo que más que corrección, sea dar palabras de ánimo y ayudar
hacia el bien. Es posible que hayas “ganado a un hermano”.
Muchas veces parece que
fracasamos al querer corregir. Entonces, nos dice Jesús, que podemos pasar a
otros métodos. Es lo que dice Jesús de los dos testigos, que no es para
recriminar más la falta, sino para ayudarle a entrar en razón. Si se trata de
un joven, serían sus padres o profesores. Puede ser que haya que llegar hasta
la condena en la comunidad. No se debe llegar a una condena externa, mientras
no se hayan agotado todos los medios más suaves, con bondad y mansedumbre
cristiana.
Siempre quedará el método
de la oración, sobre todo si se hace en comunidad. Hoy termina Jesús sus
palabras diciéndonos que donde hay dos o tres reunidos en su nombre, allí está
El. Está en medio de la oración, porque es el Mediador entre Dios y la
humanidad, ya que es Dios y hombre. Esta unión es eficaz. Sólo que Dios respeta
nuestra libertad. Por eso todos debemos irnos preparando para recibir
correcciones, aunque en la práctica no sean tan benévolas. Hace falta
preparación espiritual y mucha humildad para que las correcciones, hasta las
hechas con mucha caridad, puedan producir el cúmulo de bien que Jesús desea.
Como todo ello es difícil, luego Jesús comienza a hablar del perdón cristiano.