COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

 Decimonoveno durante el año, Ciclo A

Evangelio según San Mateo 14,22-33 (ciclo A)

 

Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".

 

¡SOLO LA FE ES VICTORIOSA!

 

Es increíble, pero tenemos que darnos cuenta que la presencia del Señor -Dios Padre que crea, su Hijo Cristo que redime y el Espíritu Santo que santifica- está vigente en la historia de los hombres, en la trama, en el tejido de lo humano y también está presente a través de la naturaleza.

 

Jesucristo es el Señor de la historia y de la vida. Él tiene el poder de transformar, modificar, cambiar, ordenar y mandar sobre la naturaleza. Cristo camina sobre las aguas del mar y es así que nuestra imaginación, nuestra experiencia, nos dicen que esto es imposible. Claro, para nosotros es imposible pero para Dios nada es imposible.

 

Luego, los Apóstoles se asustan creyendo ver un fantasma, pero Jesús les dice “¡soy yo, no teman, tranquilícense!”, Pedro, como siempre en primera persona, tan exuberante, tan expresivo, le dice “si eres tú mándame ir, yo quiero alcanzarte” y lo hace, pero luego tiene miedo por el viento y la presencia amenazante de las olas y empieza a hundirse. Eso nos pasa con frecuencia. Aquel discípulo que quiere ser un verdadero discípulo pero luego, ante las adversidades de la vida, ante los problemas, ante los obstáculos, ante las tentaciones, la debilidad y la fragilidad, lo hacen como desalentarse; como dicen los jóvenes “bajonearse

 

Pedro tiene la capacidad de la humildad y de la verdad y le dice: “¡Señor, sálvame!”, ¡Señor sálvanos! Y es esto lo que tenemos que decirle al Señor: ¡Señor en ti confío, sálvame, sálvanos! Y Jesús estira su mano para que se reponga y siga adelante.

 

Cristo nos da la seguridad de su presencia, nos da la seguridad ante las pruebas, pero nos pide una condición esencial: que tengamos una confianza sin titubeos. Solo la fe es victoriosa; hay que perseverar, tener fe y creer todo lo que Dios nos dice y nos pide.

 

Que el Señor aumente nuestra fe y recordemos que la Virgen esté muy presente en la Fiesta de la Asunción, prontos a celebrar.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén