EL TROPIEZO
Domingo 22 del tiempo ordinario. A
“La palabra del Señor se
volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: no me acordaré de él,
no hablaré más en su nombre. Pero la palabra era en mis entrañas fuego
ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla y no podía”. Es
impresionante esa confesión de Jeremías (Jer
20,7-9).
En otro tiempo el profeta
se había sentido llamado y seducido por Dios. Pero al ejercer esa vocación se
sintió ridiculizado y perseguido por su pueblo. Hubiera querido olvidar aquella
misión recibida de lo alto. Pero la palabra de Dios había entrado de tal forma
en su vida que estaba dispuesto a morir antes que olvidarla.
El salmo responsorial responde
a ese sentimiento del alma que se siente arrebatada por el Señor: “Mi alma está
sedienta de ti, Señor, Dios mío” (Sal 62).
Con razón san Pablo nos exhorta a no ajustarnos a este mundo y a
discernir cuidadosamente lo que corresponde a la voluntad de Dios (Rom 12, 1-2).
LA TENTACIÓN
Al leer el evangelio de
Mateo que hoy se proclama, pensamos que de alguna manera en Simón Pedro se
repite la experiencia de Jeremías (Mt 16,21-27). También el pescador había
dejado todo para seguir a Jesús. Lo reconocía como el Mesías enviado por Dios,
pero no podía aceptar que hubiera de ser ejecutado.
Jesús equipara la actitud
de Simón con una tentación diabólica. El Maestro le había dado el sobrenombre
de Pedro, es decir “roca”. Él había de ser la piedra enterrada como cimiento
para la nueva comunidad. Pero ahora contradecía aquella esperanza del Señor. De
hecho, se manifestaba como una piedra de escándalo, es decir de tropiezo.
Por si no quedaba claro,
Jesús explicó a Simón Pedro en qué consistía aquella traición a su vocación:
“Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Los hombres esperaban
y esperan que su vida se realice por el camino del triunfo, no de la derrota;
del éxito, no del fracaso; del poder, no del servicio. Pero ese no es siempre
el plan de Dios.
LA PÉRDIDA
Efectivamente, a
continuación Jesús expone a los que le escuchan que ser discípulo implica tres
decisiones: negarse a sí mismo, cargar con la cruz y seguir al Maestro. Lo
contrario es la tentación. El mensaje de Jesús es una gran paradoja:
• “Quien quiere salvar su
vida, la perderá”. Quien quiere salvar su vida, su prestigio y sus posesiones
no se aventura a oponerse al poder. Procura ajustarse a los criterios del
mundo. No se atreve a remar contra la corriente. Quiere ahorrarse la vida, pero
en realidad pierde el sentido de su existencia.
• “El que pierda su vida
por mí, la encontrará”. Es cierto que también hay personas que arriesgan su
vida. Quien la pierde por alcanzar riquezas o fama, ya ha recibido su
recompensa. Pero quien la pone en peligro por amor a Jesús y a su mensaje, ese
encuentra el verdadero valor de la vida. Su premio no es algo, sino Alguien.
- Señor Jesús, el ansia
del tener, del poder o del placer es una piedra de tropiezo en nuestra vida.
Pero también nosotros podemos ser una piedra de tropiezo para la extensión de
tu Reino. Concédenos la lucidez suficiente para discernir entre el bien y el
mal, y danos la libertad y la valentía para seguirte por el camino. Amén.
José-Román
Flecha Andrés